La radio XEPET, la flor de la palabra maya y los que callan

POR Gilberto Avilez Tax [1]

Cabina vacía de la radio XEPET La voz de los mayas

Cabina vacía de la radio XEPET La voz de los mayas

Cuando llegue ese tiempo,

Impondrá sus lenguas extranjeras sobre la memoria de estas tierras.

Impondrá el asiento de su falso gobierno.

Impondrá el asiento de su falsa alfombra.

Izará su bandera de fríos monólogos.

Invalidado serás las bocas de los verdaderos depositarios de estas tierras.

Se corromperá entonces la lucidez de la palabra sagrada,

el resplandor del árbol de la abundancia se secará,

el tiempo de aquí se amarrará, entonces. [2]

 

Días antes de las fiestas navideñas de 2015, por medio de las redes sociales y algunas notas de prensa de varios portales de internet, se supo que en la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI) venía la rasuradora desenvainada a nivel nacional, frase tan coloquial, aunque no tan precisa, ésta, la de la rasuradora desenvainada, para definir la actual flexibilización laboral en tiempos neoliberales donde el derecho del trabajo ha pasado a mejores épocas difuntas, sólo recordadas por los merolicos abogados. Bernardo Caamal Itzá, periodista maya de Peto, en Mayapolitikon nos anunció la mala nueva,  de que cinco trabajadores de la radiodifusora XEPET “la voz de los mayas” –radio “indigenista” radicada en Peto (líneas abajo aclaro lo de las comillas), de mucho arraigo en el sur de Yucatán–, así como otros 22 trabajadores que laboran en diversos programas de la CDI Yucatán, serían despedidos como consecuencia de los recortes presupuestales a nivel nacional que realiza la Secretaría de Hacienda y Crédito Público en su presupuesto de 2016.

En palabras de los estudiosos neoliberales de las políticas públicas, esta decisión podría presentarse como un adelgazamiento de la burocracia estatal, algo deseable y “racional” para salir de la sempiterna estatolatría, pero esto no es así: el derroche ostentoso y vano del mal gobierno que defenestra los destinos de este país desde 1982 a esta parte (33 años que, paradójicamente, son los mismos años de vida de la XEPET), y las recientes reformas educativas, energéticas, laborales y del sector de Telecomunicaciones, se han consolidado en un Estado mexicano donde la pobreza es creciente y se encuentra a niveles de más de 20 años atrás en el grueso poblacional;[3] en un Estado mexicano donde la desigualdad económica y política es enorme dándose una concentración de ellas en mafias voraces constituidas en oligarquías regionales y nacionales;[4] en un Estado mexicano que, de 2006 a esta parte (sin hablar de Aguas Blancas y Acteal), desde los casos del desmantelamiento de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO) y la represión brutal al pueblo de San Andrés Atenco,[5] hasta desembocar en el horror de San Fernando, Tlataya, Ayotzinapa, los 49 inocentes de la guardería ABC, etcétera, sin distinción entre las siglas PAN, PRI o PRD, se ha caracterizado por su militarización sostenida, la criminalización de todo tipo de protesta, la violación de la libertad de expresión y la desaparición de periodistas; así como los crímenes de estado y su constitución, en buena parte del país, de la creación de un perfecto Narco Estado hecho y derecho, donde la estructura delincuencial es indistinta de la estructura estatal.[6] Por ese motivo, los recortes laborales dados de forma predatoria y de dudosa legalidad en la CDI, es una tremendísima burla y, como bien se ve, no abona en nada al saneamiento de las finanzas del Estado mexicano, si tenemos presente los salarios cuasi simbólicos que reciben los profesionales de la radio indigenista en el país, los cuales, en su mayoría, provienen de las regiones indígenas donde desempeñan sus importantes funciones que no se restringen al área de la comunicación.

Cuando supimos que los despidos eran a nivel nacional, que no sólo a los de la CDI de Yucatán y a los radialistas de XEPET les tocaría “la bolita”, sino que igual a radio XENKA de Felipe Carrillo Puerto y radio Xpujil, de Campeche, de inmediato lo correlacionamos con el desprecio histórico, el “neoindigenismo” reciente (modernizador y “changarrero” con que el Estado post INI, ve a los pueblos originarios a partir de 2003) y el vaciamiento discursivo de los burócratas de la CDI, por no decir, el ninguneo y la despreocupación que el Estado mexicano, de 2006 a esta parte, tiene con respecto a los pueblos originarios.

Y en este sentido, resultaron patéticas las declaraciones del vallisoletano Rudy Coronado, un jovenazo salido de las filas del más obtuso priismo yucateco, titular de la CDI en Peto, y, al parecer, del grupo de Jesús Vidal Peniche, sobrino del cacique sempiterno de Valladolid, Liborio Vidal, cuando se le cuestionó sobre los despidos en radio XEPET. Coronado ostenta el cargo de delegado estatal de la CDI en Peto gracias a los favores de su señor padre, cercano al tío del delegado estatal de la CDI en Yucatán, el diputado Liborio Vidal. El licenciado Coronado, decía que los despidos eran “una instrucción que llegó a través del delegado, que obviamente viene a nivel nacional”, y que solamente seguían los “lineamientos de la Secretaría de Hacienda, que está realizando recortes en todas las dependencias federales”, y que para nada los despidos eran un ataque a la cultura del pueblo maya.[7] Este junior vallisoletano de 32 años, en Peto se le conoce, no por sus grandes virtudes administrativas y de conocimiento del pueblo maya y sus necesidades más apremiantes (me pregunto si alguna vez salió del claustro racista que cunde todavía entre la élite blanca vallisoletana), sino porque en el anterior trienio que encabezó el mediocre priísta Higinio Chan Acosta (2012-2015), junto con este campechano, y avalado por el sobrino de Liborio Vidal, realizó un clásico “negocio de Peto”[8] al tratar de implementar una especie de “centro eco-turístico” en una selva alejada de la mano de Dios y de todos los mapas de la península: con un cenote lúgubre que servía como fosa séptica en una comisaría de Peto, San Mateo, Coronado y Chan estaban convencidos de que le haría la competencia a Chichén Itzá, al cenote azul de Bacalar y hasta a la Costa Maya y sus arenas blancas, atrayendo turismo como un terrón de azúcar atrae a las moscas. El sobrino de “Libo”, al inaugurar ese centro eco-turístico, dijo que “Gracias a los esfuerzos que estamos haciendo Peto cuenta con esta nueva atracción el que ya venimos promoviendo para que turistas locales, nacionales e internacionales conozcan las maravillas naturales de Peto”.[9] Con un millón 350 mil pesos, en San Mateo sólo los vientos del monte se presentan hoy día, y de vez en vez, los animalillos del monte bajan un andamio perezoso empotrado en la roca de las paredes del cenote para beber agua fecal y atenuar la tibieza de la noche estival yucateca. Si ese millón de pesos se hubiera invertido basado en las reales necesidades de la gente de la región, si al menos hubieran conocido la palabra etnodesarrollo los “expertos” de la CDI en Yucatán, tal vez en San Mateo no se hubiera realizado un negocio de Peto que no tiene para nada de futuro.

Bernardo Caamal Itzá, comunicador maya, colaborador en XEPET

Bernardo Caamal Itzá, comunicador maya, colaborador en XEPET

La noticia del despido de los cinco locutores de radio XEPET, tuvo una cobertura de reducidos periódicos como en el Por Esto!, que entrevistó a las dos partes, pero desde luego que reconocemos a Bernardo Caamal Itzá, quien desde el primer momento comenzó a escribir sobre el tema de los despidos, señalando que el golpe a la radio XEPET, aunque no la desmantelaba totalmente, tenía como trasfondo el exterminio silencioso pero sostenido de la lengua maya. Para Caamal Itzá, la arremetida reciente, y la casi indefensión en que se encuentra la radio XEPET (y la mayoría de las radios indigenistas del país), sin duda alguna puede verse como un “duro golpe contra la expresión cultural de los pueblos originarios que han enfrentado en la última década los peores momentos de crisis económica, política, social y ambiental de su vida comunitaria”.[10] Tal vez las arremetidas y los sablazos virtuales que diera esta especie de Quijote petuleño con su laptop como sastún,[11] así como los artículos del Por Esto! en el que se dejaron en claro el espíritu mediocre e insensible de los vallisoletanos que regentean la CDI Yucatán, y la opinión de señeros comentadores de la política yucateca, como el doctor Freddy Espadas Sosa,[12] no fueron vertidas al vacío porque el día 1 de enero de este recién estrenado 2016 supimos que, mediante un convenio entre las autoridades federales y estatales, el ejecutivo estatal “apoyará económicamente a los cinco trabajadores de la radiodifusora indigenista Radio XEPET ‘La Voz de los Mayas’, para que puedan reinstalarse en ese medio de comunicación de Peto”.[13]

Al saber la noticia de la reinstalación de los cinco radialistas, y comentando con algunos expertos en leer entre líneas los efectos de cámara, relumbrón y ceremonia a los que son muy adictos los priístas yucatecos, indiqué que esto no modifica en nada la situación difícil que actualmente discurre el derecho a la libertad de expresión y las peticiones que desde hace bastante tiempo los pueblos originarios de México exigen para obtener sus propios medios de comunicación independientes y autónomos.[14] Indiqué igualmente que, aunque se desdiga y retroceda la CDI Yucatán para poner en marcha los designios del centro para los cuasi desmantelamientos de las radios indigenistas, el amago es evidente, completamente evidente: con esta intentona se demuestra el ninguneo al grueso de la población yucateca de origen maya, y, por otra parte, se hace más que evidente el poco compromiso de varios intelectuales, historiadores, antropólogos y académicos de Yucatán ante los hechos suscitados (pocos han protestado de forma clara). Desde luego que esto es raja política del priísmo yucateco, la restitución. Sin embargo, las acciones de los vallisoletanos de la CDI Yucatán no me sorprenden porque es parte de su escuela política de amagar primero, ceñirse a lo que digan los altos mandos y no prestar oído a los subalternos, estar en el puesto por los favores de sus mafias familiares, y desconocer por completo la indefensión de los trabajadores, sin solidarse desde el principio. Lo que sí en verdad me sorprendió, hasta el punto de que me exasperó, fue el poco rigor analítico de varios indigenistas y algunos indianistas (mayas y no mayas) que desde las redes sociales se alegraron por la restitución de los cinco trabajadores de la radio XEPET. Les indiqué que, desde luego que hay que alegrarnos en lo local (subrayo en lo local), pero primero tenemos que ver lo que estipula el convenio suscrito entre las autoridades estatales y federales, y si los años de servicios de los cinco radialistas –con un cuarto de siglo, algunos– van a ser respetados, se les dará prestaciones al momento de jubilarse, y cómo quedarán en la nueva relación laboral. Habría que preguntar si este convenio es mientras dure el sexenio estatal o federal, o su situación laboral sería la misma de siempre. Al parecer, por lo que hemos leído en la prensa, los cinco radialistas están en una especie de limbo jurídico donde nada es seguro y todo es volátil. Cuestionamos a los que festejan la restitución, pero al mismo tiempo se pierden en las cinco hojas sin mirar el bosque de los derechos indígenas (lingüísticos, sociales, políticos, económicos y no sólo culturales) que en buena parte ha sido deforestado por las actuales políticas neoliberales.

Uno se alegra de que acá en Yucatán se llegó a este acuerdo, pero a nivel nacional, ¿qué? Me sorprende ahora que todos los que se preocuparon por lo de XEPET, ahora vayan a felicitar al sobrino del cacique de Valladolid que está en la CDI Yucatán, y al jefe del ejecutivo estatal, que como han construido los medios de prensa que dieron instancia al malestar que se presentó entre el grueso de la comunidad maya yucateca y los pocos intelectuales que dieron cobertura al caso de los despidos, ahora salgan como “redentores” y “héroes” al, según Desde el Balcón de la ex casa del pueblo priísta, rescate de la radio XEPET. Tal vez Liborio y otros aspirantes a la gubernatura saben perfectamente que radio XEPET es más que una radio y cuenta con un capital político y afectivo, de mucho arraigo en buena parte de Yucatán; sabe que su cuasidesmantelamiento no le conviene a los intereses y aspiraciones políticas de nadie. El camaleón político de la élite blanca vallisoletana no da un paso sin huarache, pero esto no modifica en nada el contexto de desaparecer, lo que perfectamente ha dicho Jesús Solís Alpuche, la flor de la palabra maya, que son las radios indigenistas en la península. En lo personal, nos alegramos por la restitución de los cinco trabajadores de XEPET y exigimos que su situación laboral quede como estaba anterior a la “bolita” de la rasuradora que vino del centro; nos alegramos, pero una golondrina o cinco golondrinas no hacen el verano. ¿Y los compañeros de Radio XENKA, los de radio XEXPUJ (Campeche), los de las radios de Guerrero y Oaxaca, Chihuahua y de otras regiones indígenas de México, dónde quedan? Como dijo alguien por ahí, existe la plena certeza de que el Estado neoliberal que desgobierna este país, está dispuesto al exterminio no sólo de la lengua maya, sino de la cultura de todos los pueblos originarios y de las clases populares mediante formas diversas que se escoran en el desmantelamiento de las conquistas sociales y de derechos del siglo pasado. Desde luego que los derechos indígenas les importan bien poco.

Para entender por qué es necesaria la defensa de radios como XEPET o radio XENKA, es necesario hacer un contexto de estas radios indigenistas (o indígenas) en las comunidades y pueblos con mayor presencia indígena. El derecho a la comunicación de los pueblos originarios, con el completo giro neoliberal del Estado mexicano, que ya lleva 33 años recetando las mismas dosis de desprecio y ninguneo al grueso de la población, se encuentra en crisis posterior de las reformas a la Ley de Telecomunicaciones y Radiodifusión de 2014. Recordemos que al saber las reformas a la ley, la Agencia Internacional de Prensa Indígena (AIPN) interpuso un amparo –al parecer, infructuoso– para detener la votación de dictamen de leyes reglamentarias en materia de telecomunicaciones, considerados por la AIPN, violatorios de los pueblos originarios para ejercer la comunicación, pues le otorgaban a las comunidades apenas 20 watts bajo tutela del gobierno (y XEPET, apuntemos, cuenta con 10,000 watts de potencia).[15] Y en el tercer encuentro de Comunicadores Indígenas realizado en la villa de Tututepec de Melchor Ocampo, Oaxaca, a la que asistieron 40 organizaciones y radios comunitarias, se llegó al acuerdo de rechazar “en lo general la aprobación de leyes secundarias en materia de telecomunicaciones”, pues éstas “no solo ponen a disposición de los monopolios y las trasnacionales el espectro radioelectrónico y a los territorios indígenas, sino que además criminaliza la protesta social y vuelve ilegal lo legítimo”.[16]

Uno de los varios titulares que dedicó el diario Por Esto al tema de la radio maya XEPET

Uno de los varios titulares que dedicó el diario Por Esto al tema de la radio maya XEPET

Esta especie de “dádiva” que el gobierno yucateco realizó a los cinco radialistas (raja política al fin y al cabo), se debe de entender en la crisis sistémica del derecho humano a la comunicación, a reforzar la cultura de los pueblos originarios mediante programas donde su lengua se hable y escuche, a sedimentar la cultura en movimiento de los pueblos en resistencia, a recrear las tradiciones mediante la vitalidad de un lenguaje milenario como el maya yucateco, que ha hecho frente a todos los ataques y autos de fe y modernidades occidentales desde el día siguiente de las conquistas inconclusas de Yucatán, pero sobre todo, radios como XEPET, en más de tres décadas, se han constituido en espacios idóneos donde los pueblos y comunidades mayas interactúen con los mismos radialistas que han salido de sus comunidades, dándose, en la mayoría de los casos, una especie de apropiación simbólica de la radio,[17] que de indigenista, pasa a ser, en la práctica diaria, una radio plenamente indígena:

Quienes han estado en radio XEPET saben lo que significa y el valor que tiene este medio para su público. Su personal, todos hablantes de la lengua maya, nacieron en familias campesinas y mayas provenientes de Yucatán, Campeche y Quintana Roo, representando una muestra de las variantes lingüísticas mayas de la Península a la que fue destinada su radio de cobertura de 100 a 120 kilómetros, que atiende a una población indígena de cerca del medio millón de personas, cubriendo 32 municipios de Yucatán, Campeche y Quintana Roo y lleva su señal a 1,121 localidades en las cuales el 80% de sus habitantes son hablantes de la lengua maya. Dotar a un equipo de entusiastas difusores y comunicadores mayahablantes de las capacidades de trascender en la región con sus voces y su actividad diaria ha requerido todo un camino de vida en equipo y esfuerzo individual adicional dedicado a la formación radiofónica, a la par de que se han amalgamado con ella, vastas experiencias radiofónicas en donde sus saberes locales se combinan con la orientación y formación académica, sin descuidar el profundo conocimiento de la cultura y del idioma maya con lo cual se ha dado más sentido, legitimidad y fuerza a la palabra hablada en cada uno de los programas al aire.[18]

A tono con las ideas de Bernardo, y con un dejo poético ineludible, Solís Alpuche comentó sobre el significado valioso de los hacedores de la palabra hablada en las radios indigenistas del país:

Las Radios comunitarias e indígenas, ha dicho Javier Corral Jurado, son instrumentos valiosísimos en la preservación y desarrollo de la cultura de los pueblos y las comunidades más apartadas. Cierta es la anterior acepción, sin embargo la acción de producir radio, y radio comunitaria, va mucho más allá. Existe poca reflexión científica sobre este oficio, arte y profesión. Quien hace la radio es un homo faber constructor de significados que a través de la poética estética y el lenguaje radiofónico reconstruye su realidad; y a partir de esa reconstrucción sonora se conoce y reconoce a sí mismo y a quienes le rodean. Por tanto, hacer radio es elaborar significados, contenidos que producen una vida en común con el otro. De ahí el valor de la radio de uso social: produce discursos sonoros para ese otro que en algún momento somos nosotros.[19]

A nivel nacional, las radios indigenistas, convertidas por sus propios radioescuchas en radios indígenas, están siendo bombardeadas. En este sentido, festejemos pero tengamos en cuenta esto: la restitución en los puestos de los cinco radialistas de XEPET no resuelve el tremendo problema que tienen enfrente los que piensan un estado plural, pluriétnico y respetuoso de los diversos sedimentos culturales que conforman a México, que en la práctica, su Estado funge como un Estado autoritario, despreciador y desconocedor de la tradición viva de los pueblos originarios, y cuyo tecnócratas ven la modernidad basados en criterios peregrinos como el “programa de dotación de pantallas planas a familias marginadas como si fuera un programa social, cuando lo que se avecina es una privatización de los medios de comunicación por quienes se harán cargo de los contenidos que nos suministraran vía digital por internet, pantallas de plasma o por las nuevas fórmulas de radiodifusión que al mismo sistema y sus partes en interés convenga, asegurándonos ya de antemano nuestra vía directa ya de suministro en casa a costa de nuestros propios impuestos”.[20] Con las nuevas reformas a la Ley de Telecomunicaciones y Radiodifusión, el horizonte para que las comunidades y regiones indígenas cuenten con medios de comunicación y se les facilite su puesta en marcha, es más que gris, anubarrado y crepuscular: los pocos espacios radiofónicos con que se cuenta para expresarse en la lengua maya, como la XEPET misma, están ultra regulados y se da un veto institucional para expresar opiniones que atañen a los problemas del pueblo maya, a sus inquietudes y cultura.[21] Y de ahí la importancia que tienen medios de internet como el Chilam Balam y su “hermanito” Mayapolitikón,[22] aunque su rango de acción se encuentre reducido por la abismal brecha digital que existe en una sociedad asimétrica como la yucateca.

Trabajando al aire libre en XEPET La voz de los mayas

Trabajando al aire libre en XEPET La voz de los mayas

En este sentido, podemos repetir nuevamente, que la raja política, el mal manejo de la crisis de los despidos (se barajeó que la CDI Yucatán obligó a firmar su renuncia a los trabajadores) y el convenio político a que se llegó en Yucatán, no nos debe impedir ver lo que se avecina: el riesgo de desaparición de las radiodifusoras indigenistas, a tono con las políticas neoliberales que tienen una obsesiva animadversión a lo público, a lo comunitario, y al interés general o colectivo de las mayorías pobres del país.[23] Para el doctor Freddy Espadas Sosa, además, hay que tener presente que la CDI Yucatán, se ha constituido en un “apéndice del PRI en manos del cacique vallisoletano Liborio Vidal Aguilar”.[24] Y a los caciques vallisoletanos, ya se sabe, les importa nada los intereses del segmento indígena de Yucatán.

Este intento de coartar y cortar la flor de la palabra maya en Yucatán y la Península, al parecer, para la mayoría de los “mayistas” y “estudiosos de la cultura maya” no fue de su interés: hasta el momento no ha habido un desplegado o un criterio colectivo donde se pondere lo que ha significado este amago a “la flor de la palabra” que representa XEPET, la voz de los mayas, ni a radio XENKA, ni a la radio XEXPUJ, de Campeche. Cuestionando a este silencio, pregunté ¿en dónde están los estudiosos de la cultura maya en estos cínicos y neoliberales momentos? Y en verdad, ¿en dónde están los antropólogos profesionales, los historiadores de enarcadas cejas burguesas, los mayistas abstrusos y otros especímenes culturalistas que han hecho sus carreras y sus puntos para el SNI a costa de la sociedad maya, antigua y moderna? Digo, ¿existe una posición clara al respecto, enérgica e inequívoca de los estudiosos de la cultura maya, sobre los recortes presupuestales y los amagos a la flor de la palabra maya, que violentan el derecho constitucional para que “los Pueblos y Comunidades Indígenas puedan adquirir, operar y administrar medios de comunicación”?, ¿qué dice el Colegio de Antropólogos de Yucatán y el recién establecido Colegio de Antropólogos de Quintana Roo? Al parecer las fiestas decembrinas han sido el momento perfecto para amortiguar el malestar entre las malas conciencias de los mayistas y estudiosos de la cultura maya, que pudo haber desencadenado esta arremetida clara y directa contra el derecho a la expresión cultural de los pueblos originarios de México, y específicamente en la Península yucateca. Y todavía uno reitera la pregunta: ¿Habrá un desplegado de las y los estudiosos de la cultura maya y mesoamericana en general? ¿Diseccionarán con elegante finura estas muestras de barbarie neoliberal y menosprecio histórico que el Estado multicultural y neoliberal tiene con las poblaciones originarias?, ¿hasta cuándo saldrán de su miseria ética y alejada del compromiso social los guardianes del conocimiento antropológico e histórico en Yucatán y el resto de la Península? Decía que ahora era el momento para las cartas, no al inexistente amigo Santa Claus y a la ficción de sus reyes magos, sino una carta abierta escrita por la comunidad científica, histórica y antropológica de la Península, para defender lo que queda de los manidos derechos indígenas, convertidos, de un tiempo a esta parte, en papel mojado, o en su defecto, en papel sanitario.

Este silenciamiento y, al parecer, estado dispéptico por las fiestas decembrinas de la comunidad de mayistas y estudiosos de la cultura maya en la península (arqueólogos, historiadores y antropólogos), me recordó la exaltación apologética que el indigenismo clásico, y su corolario, el neoindigenismo,[25] realiza al indio muerto, desconociendo y despreocupándose de la justicia y los derechos pisoteados del indio vivo por las tendencias globalizadoras y disgregadoras del Estado mexicano que ha convertido la problemática indígena, en una voz en off lejana desde la militarización reciente del país. Esta soberbia enorme de los mayistas profesionales y estudiosos de la cultura maya (en su mayoría, no indígenas, y sí blancos, urbanos y exquisitos), corre pareja con su despreocupación del tiempo presente y su ninguneo a los saberes colectivos de las comunidades estudiadas. Cargados de letras y del polvo de los siglos, de epigrafía peligrosamente arcana, de documentos escarbados en los archivos de la colonialidad del poder y de la colonialidad del conocimiento, y de la ingenuidad de la “observación participante” (¿en verdad participan y están ahí?), estos mayistas y estudiosos de la cultura maya, perdidos en sus cenáculos, en sus seminarios bostezantes, en sus vanos congresos y sus húmedos claustros y bibliotecas apolilladas, han sido perfectamente caracterizados por el desaparecido antropólogo Andrés Aubry (1927-2007), que aprendió a desaprender lo aprendido al calor del compromiso de las luchas de los zapatistas de Chiapas:

Al investigador de campo en Chiapas más le vale callar su condición de antropólogo.[26] Le definen como alguien que va por los pueblos a ratos y al año se marcha para escribir su libro sin regresar. Tiene un arsenal de “conocimientos” que no sirve a nadie, mientras que él no “sabe” nada de lo que a todos principalmente importa… El libro saldrá al público a destiempo, cuando la realidad en él analizada seguro ya ha cambiado, a veces drásticamente; ninguno de los involucrados lo leerá, si acaso alguno que otro lo hará a duras penas como algo intrascendente o riéndose de la imagen comunitaria que presenta dicha publicación… Ensimismado en su estatus, el investigador se cree un especialista de la producción de conocimientos sin que sepa desaprender lo aprendido ante las revelaciones cognitivas de la práctica social de sus interlocutores de campo… Al parecer, un elemental humanismo no cuadra con las ciencias del hombre y de la sociedad cuya objetividad no debe ser “maculada” por compromisos susceptibles de faltarle a la sagrada neutralidad académica. Nuestra ciencia social, en demasiados casos, es una miseria intelectual y moral, inhumana y sin ética: una ciencia sin conciencia.[27]

Frente a la miseria intelectual y moral de buena parte de los mayistas y estudiosos de la cultura maya en la península, algunos intelectuales mayas, como Bernardo Caamal Itzá y Édgar Rodríguez Cimé, plantearon el reto que se avecinaba a las radios indigenistas. Para Rodríguez Cimé, escribiendo en nombre de su colectivo de escritores mayas, Felipa Poot Tzuc, la zancadilla contra las tres radios indigenistas en la península, era otro intento de “los herederos del hombre blanco”, de intentar cortar nuevamente la Kuxa’an Suún, la [viviente] soga cultural de los mayas actuales, que mediante el renacer de la flor de la palabra y a partir del movimiento indígena de 1970 en adelante, recién empató el conocimiento de los abuelos con los mayas contemporáneos.[28] Y es que la radio indigenista, como lo ha apuntado Castells, contrario a la idea que se tiene que no son radios indígenas y comunitarias, Castells aboga que sí son tanto indígenas como comunitarias. No son comerciales, trasmiten en lengua indígena y en castellano, sus funciones están inspiradas en los medios comunitarios y son útiles a la sociedad indígena que las escucha, la cual funge hasta como programador de los contenidos mediante su participación, además de que cuentan con una gran popularidad y se han convertido, mediante el internet, en el camino más idóneo para que la población migrante yucateca cuya lengua primera es el maya, no se desarraigue completamente de sus lugares de origen. Por medio de saludos, de historias que participan los radioescuchas a los locutores y a otros radioescuchas, de los aniversarios de la XEPET con sus regias vaquerías, de las propuestas musicales recientes como el rap maya hasta la charanga, las radios indigenistas en la península se han convertido, mediante la apropiación simbólica de las comunidades mayas, en radios indígenas, en las tres flores de la palabra maya en la Península, porque “las prácticas cotidianas” de la XEPET, radio XENKA o radio XEXPUJ, son mayas y ayudan para la descolonización ansiada:

En la península de Yucatán, además, las radios indigenistas están teniendo un papel importante en el fomento de una concepción propia de la historia, a menudo cuestionando el discurso del nacionalismo oficial. La iconografía de las radios XEPET (Yucatán), XENKA (Quintana Roo) y XEXPUJ (Campeche) están restableciendo un vínculo entre los mayas del presente y los mayas prehispánicos, otorgándole a dicho pueblo un papel en la historia que el nacionalismo mexicano le había arrebatado… Los radialistas mayas de XEPET y XENKA también muestran una concepción de la identidad y de la historia alejada del nacionalismo oficial y que les otorga, junto con intelectuales y creadores culturales, un papel importante en el movimiento de renacimiento cultura maya.[29]

Finalizamos estas reflexiones en torno a la flor de la palabra maya, recordando que radio XEPET, así como las 25 radios indígenas que pertenecen al Sistema de Radiodifusoras Culturales Indigenistas (SRCI) nos compete a todos cuidarlas y defenderlas de las tenias voraces que medran en tiempos del neoliberalismo actual, así como en la miopía, la ignorancia burda y las mafias vallisoletanas que depredan CDI Yucatán. En un diálogo justo, en un respeto a la etnia maya yucateca, los vallisoletanos, así como los voceros del gobernador, no debieron sentarse dándole la espalda a los cinco radialistas de XEPET en la conferencia de prensa donde se habló de un convenio de restitución de los cargos. La simbología precisa de esas imágenes comprueban que más de dos décadas de modificaciones constitucionales en materia indígena no han servido para nada a las élites yucatecas, y vallisoletanas por defecto, que no han entendido que la etnia maya no se presta a convenios dudosos ni es solamente voto cautivo y sirviente de los zacpipoil uinicoob[30] actuales.

Artículos citados en este texto y que no son de periódicos.

Aubry, Andrés

2012 “Otro modo de hacer ciencia. Miseria y rebeldía de las ciencias sociales”, en Bruno Baronnet, Mariana Bayo y Richard Stahler-Sholk coordinadores, Luchas “muy otras. Zapatismo y autonomía en las comunidades indígenas de Chiapas, México, UAM-CIESAS-Universidad Autónoma de Chiapas.

Castells I Talens, Antoni,

“¿Ni indígena ni comunitaria? La radio indigenista en tiempos neoindigenistas”, en Comunicación y Sociedad. Departamento de Estudios de la Comunicación Social, Universidad de Guadalajara, Nueva Época, núm. 15, enero-junio, 2011, pp. 123-142.

Hernández Rosalva Aída, Paz, Sarela y María Teresa Sierra,

2004, El Estado y los indígenas en tiempos del PAN: neoindigenismo, legalidad e identidad, México, CIESAS-Porrúa coeditores.

[1] Escritor e historiador yucateco.

[2] Extracto del poemario Flor de la Memoria, del poeta maya petuleño Pablo Chim Bacab.

[3] “Crece pobreza e indigencia en México a tasa anual de 0.4 %”, por Susana González G. La Jornada, 30 de mayo de 2015. “La pobreza, igual que en 1992, informa el titular del Coneval”, por Víctor Ballinas y Andrea Becerril. La Jornada, 26 de agosto de 2015.

[4] Desigualdad extrema en México. Concentración del poder económico y político, por Gerardo Esquivel Hernández, Iguales, Oxfam, México, junio de 2015.

[5] “La crisis de derechos humanos en México tiene su antecedente en Oaxaca y Atenco. Red TDT”, por Pedro Matías. Proceso, 25 de noviembre de 2015.

[6] “Crímenes de lesa humanidad”, por John Saxe-Fernández. La Jornada, 30 de octubre de 2014. Informe Ayotzinapa. Investigación y primeras conclusiones de las desapariciones y homicidios de los normalistas de Ayotzinapa. Grupo interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI), México, septiembre de 2015.

[7] “CDI se ‘lava las manos’ por despido de locutores”. Por Esto!, en línea.

[8] Es decir, un negocio con, más que ganancias, pérdidas completas.

[9] “Inaugura CDI centro eco-turístico en Peto”. Diario de Yucatán, 14 de enero de 2015.

[10] “Indígenas cuestionan a CDI por no intervenir ante el despido de locutores”. Articulado basado en un análisis anterior realizado por Bernardo Caamal Itzá, en http://www.visionpeninsular.com.mx/nota.php?nota=314161106

[11] Mediante sus “fanspage” y su página de Facebook, defendió a sus compañeros de la radio, en la cual él mismo es locutor voluntario. Sin embargo, es interesante leer su artículo del caso con que previno de la intentona de defenestración laboral: “Recortes en Xepet, de graves consecuencias para los pueblos mayas”, por Bernardo Caamal Itzá, Mayapolitikón.

[12] Cfr. “Embestida contra radios indígenas”, por Freddy Espadas Sosa, Diario de Yucatán, 27 de diciembre de 2015.

[13] “Gobierno del Estado ‘rescata a trabajadores despedidos de Radio XEPET”. Desde el Balcón, 1 de enero de 2016.

[14] Cfr., los documentos siguientes, que discurren sobre la reformulación constitucional en materia indígena del artículo 2 constitucional del 2001, así como los convenios 169 y la Declaración de Derechos de la ONU sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas de septiembre de 2007, signados por el Estado mexicano: La vigencia de derechos indígenas en México. Análisis de las repercusiones jurídicas de la reforma constitucional federal, sobre derechos y cultura indígena en la estructura del Estado. México, CDI, diciembre de 2007, p. 76; y Consulta a los pueblos indígenas sobre formas y aspiraciones de desarrollo. Informe final. México, CDI, 2004, p. 62

[15] “Ley en telecomunicaciones, violatoria de los derechos indígenas: AIPN”, por Rosa Rojas. La Jornada, 3 de julio de 2014.

[16] “Rechazan comunicadores indígenas leyes secundarias en telecomunicaciones”. La Jornada, 4 de julio de 2014.

[17] Castells I Talens, 2011, p. 134.

[18] “Recortes en Xepet, de graves consecuencias para los pueblos mayas”, por Bernardo Caamal Itzá, Mayapolitikón.

[19] “El gobierno neoliberal intenta cortar la flor de la palabra maya”, por Jesús Solís Alpuche. Debate por Yucatán, 1 de enero de 2016. http://debateporyucatan.com/?p=24770

[20] Ídem.

[21] “Comunidades indígenas de Yucatán quieren estaciones de radio en maya”. Milenio Novedades, 5 de mayo de 2015 (entrevista con Freddy Poot Sosa).

[22] Sus páginas de internet son las siguientes: http://elchilambalam.com/ y http://mayapolitikon.com/

[23] “Embestida contra radios indígenas”, por Freddy Espadas Sosa, Diario de Yucatán, 27 de diciembre de 2015.

[24] Ídem.

[25] Por neoindigenismo entendemos lo siguiente: “Las viejas políticas integracionistas y modernizadoras se han revestido de un nuevo discurso que combina la exaltación de la diversidad cultural con programas para formar ‘capital humano’ e impulsar el ‘desarrollo empresarial’ de las comunidades indígenas. Modernizar y desarrollar es nuevamente la panacea que plantea el indigenismo como alternativa a la autonomía política y redistribución económica que demandan los pueblos indios. Es en este sentido que hemos optado por utilizar el término neoindigenismo, para hacer referencia a las pretensiones de renovación del discurso oficial y las realidades de continuidad que encontramos en las nuevas instituciones creadas por el gobierno de Vicente Fox. El ejemplo más claro de la creación de nuevos espacios con viejas prácticas, fue la desaparición del Instituto Nacional Indigenista (INI) para dar paso a la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI), el 21 de mayo de 2003…Este discurso desarrollista que fundamenta la acción neoindigenista de la (CDI) se ve también reflejado en los programas para la población indígena que promueven las agencias financieras internacionales”, en Hernández et al, 2004, pp. 10-11.

[26] Vale decir que estas esclarecedoras líneas de Aubry se pueden hacer extensivas no sólo a los antropólogos de Chiapas, sino a los antropólogos, historiadores y arqueólogos de la Península de Yucatán.

[27] Aubry, 2012: 59-61.

[28] “Todos somos radio Xepet’, la voz de los mayas”, por Édgar Rodríguez Cimé, Mayapolitikón, diciembre de 2015.

[29] Castells, 2011, p. 133.

[30] Hombres blancos, según traducción de Patria Martínez Huchim, en Francisco José Paoli Bolio, La Guerra de Castas en Yucatán. Historia gráfica, 2015, Mérida, Editorial Dante, p. 84.

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