Mérida, Yucatán, 6 de junio de 2017 (Por JOJOPAANKIL *, para MayaPolitikon).– Cuando llegamos ya estaban reunidas varias personas a la entrada del Peón Contreras. Ahí nos habían citado a eso de las diez de la mañana. Había calor, el calor de afuera de plena primavera y el calor de adentro, de cientos de cuerpos amotinados como en un hormiguero. Éramos muchos porque a los representantes nos pidieron llevar a un acompañante a la ceremonia, y que era necesario que todos llevaran sus credenciales. Primero había que entregar un documento hasta la parte de arriba. Fui y me entregaron otro. Después seguimos esperando. La mayoría eran personas de edad avanzada y mujeres. Algunos platicaban entre ellos en maya mientras se limpiaban el sudor de la cara. Nosotros nos sentamos a esperar a que abran las puertas. Lo hicieron pasadas las doce del día. Nos pidieron hacer dos filas, una de representantes y una de acompañantes. Frente a nosotros, en el escenario, unas treinta sillas a lo largo de una mesa. Nos sentamos y seguimos esperando a que todos entraran. Eso tardó como una media hora. Después siguió la fila de los acompañantes. A ellos los ubicaron en la parte de arriba. Igual que a nosotros, los acomodaron y desacomodaron hasta que estuvieron en el lugar que los organizadores querían. Luego esperamos un poco más. Mientras trataba de encontrar a mi acompañante, se les dio unas indicaciones para bajar hasta la parte de abajo, donde estábamos nosotros, los representantes. Otra vez fuimos hormigas. Para ese momento eran más de la una de la tarde y no había señales de que algo iniciara pronto. Más tarde, se sentaron algunas personalidades en el escenario, que luego supimos, eran funcionarios de varias partes de Yucatán. Blancos y de blanco casi todos. Después, del escenario emergieron dos personajes, un hombre y una mujer, ambos vestidos con una cierta parafernalia que excede lo acostumbrado en las mujeres que usan el hipil. También trajeron a un tecladista. Los comediantes comenzaron a hablar, a lanzar chistes, como quien dice, a los funcionarios. Ahí fue que me enteré quiénes eran. Luego siguieron con nosotros. Nos atiborraron de chistes mal contados que apelan, sobre todo, a la morbosidad y al asco. Los funcionarios rieron. Rieron mucho. Atrás, en donde estábamos, la incomodidad era evidente. Recuerdo uno de sus números. Era sobre cómo ella, de pequeña, fue a buscar al diablo en un cementerio para alcanzar la fama. Ella narraba que, siendo virgen, se desvistió y se dejó tocar por las manos llenas de verrugas del diablo y después tuvieron relaciones. Narró también eso grotescamente. Luego cuando ya estaban terminando ella interpeló al diablo y este le respondió que no era el diablo, sino un sepulturero. Fin del chiste, fin del espectáculo. La gente de atrás ya estaba ansiosa. Teníamos hambre. Muchos venimos de lejos, desde temprano, y nos tenían ahí esperando con las puertas cerradas. Luego un silencio más incómodo. Esperamos hasta las dos de la tarde y algunas personas empezaron a sentarse en las treinta sillas de adelante. Esperamos hasta que todos, salvo las sillas del centro se ocuparon. Eran las reservadas para el señor gobernador y la secretaria de la cultura y las artes. Cuando llegaron dieron inicio oficial a la ceremonia, no sin antes recibir saludos, besos abrazos, agradecimientos, de varias personas en los pasillos, fruto del populismo bien cimentado en esta parte del país. El señor gobernador sonriendo y recibiendo. Al llegar a sus asientos, las personalidades se levantaron a saludarlos y después los presentaron en el micrófono a todos. Media hora de discursos epopéyicos sobre la cansada labor del presidente Enrique Peña Nieto con respecto a los beneficios sociales y comunitarios que otorga, en especial en Yucatán. La cereza del pastel fue la del señor gobernador. Para eso eran ya las tres de la tarde. Entregaron unos cinco apoyos en total de manera simbólica, como quien dice, para la foto. Nosotros, participantes pasivos de la simulación. Luego lanzaron la advertencia de que el señor gobernador saldría un momento junto con la secretaria de cultura, que por favor permanezcamos en nuestros asientos. Volvió a pasar por los pasillos. Los fotógrafos entraron. Flashes, obturadores, algarabía. El señor gobernador se tomó su tiempo para salir al lobby mientras era fotografiado. Del otro lado entró la charanga. Trompetas y tambores. Seguimos en nuestros asientos hasta que el señor gobernador llegó al lobby y los instrumentos dejaron de tocar. Después nos quedamos varados viendo qué seguía. Todos amotinados afuera hasta que tuvimos que preguntar si darían los cheques ese día. Nos dijeron que en una habitación del costado estaba la fila. Y era cierto. Había una larga fila de personas haciendo fila con sus documentos para firmar la entrega. Estaba cansado y harto. Solo quería salir de ahí. Me sentía terriblemente por mi invitado que al final, no tenía por qué ir. Tenía hambre y estaba irritable. Manifesté mi descontento con los de la cola, y sus miradas antes que sus bocas, me dijeron: ¿a poco no sabes que así es de por sí? Se me quitó el hambre y salí de ahí.
Las cosas no han cambiado desde hace quinientos años. Seguimos en la misma posición de una pirámide muy puntiaguda. Abajo, recibiendo migajas, siendo tratados como delincuentes. Sintiéndonos obligados agradecer los “apoyos” otorgados para trabajar en nuestros pueblos. Soportando que los mismos apellidos nos digan que debemos estar agradecidos por ser seleccionados del programa. Que debemos estar agradecidos por un financiamiento chiquito para realizar nuestras fiestas, talleres, proyectos presentaciones de libros comunitarios. Debemos soportar que nos dejen bien claro que de no entregar adecuadamente los informes podremos comparecer frente a un juez. Debemos soportar que nos regresen una pequeña parte del dinero de nuestros impuestos para poder continuar sembrando nuestra semilla nativa, aunque del otro lado se invierten cientos de veces más dinero para usar la semilla transgénica. Debemos soportar que nos traten como delincuentes por querer cosechar la miel de nuestra abeja nativa, cuando ellos invierten en las plantaciones de soya transgénica que las extermina y contamina su miel. Debemos soportar que alguien de traje y corbata se pare al frente y nos diga que, para ahorrarnos problemas fiscales, es mejor comprarles a las empresas que a la gente de los pueblos, explícitamente usaron el ejemplo de los animales donde, de ser necesario comprar alguno, es mejor hacerlo a través de Kekén en lugar de adquirirlo a la gente que vive de criarlos en los patios. Brutal incongruencia, dado que este apoyo otorgado se llama PACMYC, Programa de Apoyo a las Culturas Municipales y Comunitarias. En un momento dudé sobre aceptar o rechazar este “apoyo”, y una persona sensata me dijo, después de oír todo esto que les estoy contando, que ellos, los de arriba, tienen empleo gracias a nosotros, a los pueblos. Sin nosotros estos “apoyos” no existirían. Sus sueldos se irían a otras bolsas, a otros desvíos. Es cierto. Muy cierto. Pero dependerá de nosotros organizarnos para exigir un trato digno. Un trato que sea acorde con la antigüedad que tenemos en esta tierra. De nosotros dependen y comen ellos, no nosotros dependemos de ellos. Eso es lo que hay que tener en la cabeza, la próxima vez que, por costumbre, se nos antoje estrechar la mano de un político y agradecerle algo que por derecho nos pertenece.– Mérida, junio de 2017.
* JOJOPAANKIL es miembro de un colectivo que busca la reivindicación de los pueblos mayas.
Puede leer AQUI la versión oficial del evento que tuvo lugar el 12 de mayo de 2017.