POR PEDRO UC Be, poeta y activista maya
El viento y el sol son aliados por naturaleza del hombre y de la mujer maya, vinculados entre sí desde hace milenios participan de un conocimiento y práctica que a día de hoy se mira en muchas comunidades de la Península de Yucatán a través de los ritos agrícolas del Ch’a’acháak, el Waajilkool, o el Jets’lu’um entre otros. En estas ceremonias invocan, o más bien convocan (ku yéensa’al, bajan) a una gran cantidad de vientos, asimismo a la fuerza del Señor Sol (Yuum K’iin) para participar de una mesa nutrida de las mejores comidas y bebidas que se han producido con la participación de cada uno de los personajes (wáayo’ob, aluxo’ob, báalamo’ob, oxwáayajo’ob) que forman parte de la naturaleza.
Para nosotros los mayas no es ajena la idea y práctica de trabajar en unidad con el viento y con el Sol; es más, no podemos entender la vida sin ellos. Sin embargo no los vemos ni los tratamos como simples recursos naturales con fines de explotación, o como nuestros empleados y menos como esclavos, sino como respetables Señores (Yuum Iik’, Yuum K’iin) con quienes hay acuerdos para trabajar, convivir y hasta jugar, como cuando chiflamos al viento para elevar un papagayo en colaboración con la luz del sol.
En estos últimos años, sin que mediara información sobre los proyectos de “desarrollo” que implementa el gobierno en nuestro territorio, hemos visto llegar a nuestros pueblos de la costa, como en Dzilam de Bravo, unas estructuras que nos espantan por su gran tamaño. Al ser transportadas han derribado casas: son postes de 120 metros de largo y aspas de 60 metros de tamaño. Hemos oído de voces no oficiales que van a servir para producir energía limpia por medio del viento.
En el sur del Estado, en un polígono de más de mil hectáreas que abarca los ejidos de San José Tipceh en Muna, Ticul y Sacalum, nos enteramos extraoficialmente que van a instalar unos aparatos que se llaman celdas solares para producir energía limpia por medio del Sol. Luego supimos de igual manera que son dieciocho proyectos de este tipo que se van a instalar por ahora en nuestro territorio.
Algunos pensamos que al fin dejaríamos de pagar corriente, por eso comenzamos a averiguar sobre los beneficios que nos traería este “desarrollo”; descubrimos que ha comenzado a poner su pesada bota sobre una tierra lastimada por los enormes huecos que deja sus zapatos de concreto, sellando la huella en el rostro de nuestro suelo como si fueran golpes de puños bien apretados.
Algunos ejidatarios con quienes se entrevistaron los empresarios, que no son la mayoría de la población, dijeron que empresas de nombres raros habían venido a nuestro pueblo en nombre del gobierno a instalar su proyecto de producción de energía limpia, que habían ganado en una subasta en la primera ronda mediante un algoritmo. Los que hablamos maya y sólo un poquito de castellano nos quedamos con la boca abierta. No entendimos nada, pero preguntamos si vamos a dejar de pagar corriente. ¡No señor!, nos dijeron.
Las empresas llegan a los ejidos para ofrecer cierta cantidad de dinero por concepto de renta de algunos cientos o miles de hectáreas de tierra para instalar su proyecto que, según dicen, va a beneficiar al mundo con la producción de energía limpia para evitar el cambio climático y a la comunidad con la creación de muchos empleos; esta renta sería, en un primer período, de 40 años, con derecho a dos temporadas más, es decir por 120 años:
“no significa ningún daño a su tierra, sus animales seguirán pastando, podrán sembrar limones y estevia en ese lugar o hasta pueden hacer su milpa, pero además podrán cobrar el resto de su vida una cantidad de dinero y quizá hasta sus hijos pueden heredar ese beneficio en caso de que el titular no viva 120 años más para disfrutar ese beneficio”.
El desglose de la cantidad ofrecida alcanza los 70 centavos por hectárea al día, según consta a los ejidatarios de Sinanché.
Lo que no dijeron los empresarios es que van a acabar con toda la selva baja y alta en las miles de hectáreas que van a ocupar, construirán una enorme plancha de cemento para instalar los paneles solares; también escarbarán hoyos enormes para llenar de cemento y sostener los pies de sus aspas, lo cual implica la extinción de animales, de plantas medicinales, de la posibilidad de recoger leña, de permitir la fluidez del agua, de la muerte de los murciélagos y los miles de pájaros migrantes. También dividen y confrontan al pueblo entre sí debido a que algunos creen en sus mentiras, los manipulan con regalitos como juguetes para sus hijos, comidas los domingos y hasta cervezas para embriagarlos y atacar a los ejidatarios que se niegan a aceptar su oferta. En las pocas veces que han dejado ver el contrato aparece una cláusula que habla de un subusufructo; los que saben de estas cosas dicen que esta palabra les permite en cualquier momento vender el proyecto a otra empresa que no se hará responsable del convenio que se tiene originalmente con el ejido.
Asimismo, el contrato dice que si a la empresa no le conviene el proyecto instalado lo puede abandonar en cualquier momento sin responsabilidad alguna de su parte. Sin embargo, si al dueño de la tierra le resultara inconveniente no podrá echar a la empresa sin antes pagar todo lo invertido en su terreno más las ganancias al día de la recesión del contrato. En caso de conflicto entre las partes solo se podrá interponer la denuncia para el litigio en la Ciudad de México.
Sin embargo algunos parroquianos de su club dicen que no es un problema del gobierno estatal, “aquí en Yucatán tenemos un gobierno progresista, la prueba es que ha logrado un Acuerdo para la Sustentabilidad de la Península de Yucatán” (ASPY). Lo que no quieren decir es que ese acuerdo está demandado por unos indígenas y el juez ha dicho que es discriminador y violenta muchos derechos del pueblo maya de la Península de Yucatán.
La necesidad de información objetiva y la necesidad de vivir mejor en nuestros pueblos son las oportunidades para extender la trampa que aprovechan con astucia los agentes de las empresas y las instituciones del gobierno como la SENER, la SEMARNAT, la SEDUMA, la CDI y el INDEMAYA entre otras; así con-vencen a una parte importante de ejidatarios que ceden la tierra. Otros están inconformes porque les pagan muy poco y quieren una mejor oferta; pero estamos los que decimos NO a la renta ni a la venta de la tierra, porque estas prácticas de “desarrollo” es un nuevo despojo de nuestro territorio, de nuestra cultura, de nuestra lengua. A los mayas nos asiste una experiencia y un conocimiento que tiene miles de años. Hemos aprovechado la energía del sol y del viento. Lo podemos seguir haciendo con base en nuestra propia visión, nuestras necesidades y formas de organización, con un modelo que sea nuestro para que no dañe nuestro entorno ni al mundo, pero las empresas y el gobierno han decidido transitar por sus formas convencionales, esas que nos ignora y nos humilla por ser como somos culturalmente.
La Asamblea de defensores del territorio maya Múuch’ Xíinbal es una respuesta a esta nueva invasión y despojo; la respuesta es NO, no queremos su desarrollo, No queremos su modelo, no queremos su espejito. Defenderemos nuestro territorio, nuestra lengua y cultura.– Buctzotz, 5 de febrero de 2018.