Texto del escritor y poeta Feliciano Sánchez Chan, leído en la mesa panel “Ciencia para poeta, poesía para científicos”, evento organizado por la Escuela de Creación Literaria de Bellas Artes, en en el marco del FIC Maya.
HAY QUE PARTIR DE LA definición de ciencia, que, de acuerdo con la Real Academia de la Lengua Española, es un vocablo que proviene del latin scientĭa y se define como el conjunto de conocimientos obtenidos mediante la observación y el razonamiento, sistemáticamente estructurados y de los que se deducen principios y leyes generales.
Una segunda definición que vale la pena retomar, la reza como la “habilidad, maestría, conjunto de conocimientos en cualquier cosa. Ej. La ciencia del caco, del palaciego, del hombre vividor, y finalmente, la que la define como el “conjunto de conocimientos relativos a las ciencias exactas, fisicoquímicas y naturales. Facultad de Ciencias, a diferencia de Facultad de Letras.
A partir de estas definiciones que son las que predominan en todos los ámbitos del llamado “desarrollo humano” desde la visión occidental, habría que marcar la diferencia con la que pudiéramos llamar “la ciencia maya”.
Ésta, la ciencia maya, contrario a la visión de occidente que desde la concepción y la creación del hombre, dios “… los bendijo, diciéndoles: “Sean fecundos, multiplíquense, llenen la tierra y sométanla; dominen a los peces del mar, a las aves del cielo y a todos los vivientes que se mueven sobre la tierra”; su fundamento se basa en profesarle un profundo respeto a la naturaleza y al universo y en la búsqueda de una armonía absoluta, ya que no nos concebimos como sus dueños, sino como parte integral de ella, por lo tanto, agredir a la naturaleza y al universo, significa arriesgar nuestra permanencia como especie.
Es de todos sabido que el parteaguas de desarrollo actual de las sociedades consideradas modernas, inicia a partir de la revolución industrial. En contraste, se ha argumentado que los pueblos originarios de este continente, y de manera particular, el pueblo maya, se fueron quedando rezagados, justamente porque no incorporaron el uso industrial de los metales.
¿Para qué iba a querer el metal, un pueblo que “…come y bendice su tranquilidad…”[1], si en la misma naturaleza encuentra todo lo indispensable para producir sus alimentos? Solamente para lo banal, lo superfluo, para adornarse el cuerpo. Ya que desde la visión de la armonía con el universo, toda ciencia que se desarrolló, siempre la apostó al mantenimiento de esa armonía, en no violentar a la naturaleza, que es el entorno inmediato.
El conocimiento de los astros, las matemáticas, los calendarios, la religión y sus múltiples dioses, tenía como eje principal, el sistematizar el conocimiento de los ciclos climáticos, que son a su vez, el eje de la producción alimentaria.
Pero ya para entrar en materia, podemos afirmar que para los mayas de siempre, la poesía, al decir de Alfonso Lacadena (2009) “…es una práctica continuada en el tiempo y el espacio…” , y la muestra más fehaciente de esta literatura la encontramos en las antiguas inscripciones jeroglíficas contenidas en estelas, vasijas, códices, que de acuerdo con Lacadena “…los escribas mayas tenían un intención premeditada de embellecimiento del lenguaje…”, pues estás inscripciones –que sí contienen registros calendáricos, onomásticos, entronizaciones y otros acontecimientos propios de los grandes personajes–, fueron expresados a través de un lenguaje alterado con fines estéticos que ahora permite leerlos, no solo en su contenido, sino también como poesía.
Por otro lado, Arzápalo Marín (1990), al referirse al valor de la experiencia y conocimientos plasmados en El ritual de los bacabes, en la introducción afirma, que “Fundamental para el avance de los estudios mayas es el conocimiento de esa rica información plasmada en registros escritos de inestimable valor científico y humanístico que nos legaron los sabios sacerdotes y caudillos de esa gran cultura mesoamericana”.
Sin embargo, no pierde de vista que independientemente del “…conjunto de conocimientos obtenidos mediante la observación y el razonamiento…” también se observa habilidad y maestría en el manejo del lenguaje con el que se plasmaron, “…este conjunto de 68 textos sobre conjuros, plegarias y recetas médicas bautizado ya con el nombre de Ritual de los Bacabes …que… fue transcrito en versión rítmica, traducido y, a través del método hermenéutico se pudo ofrecer una interpretación inteligible en el español, tratando de mantener su estilo literario y los diversos registros lingüísticos empleados en el original sin perder de vista, al mismo tiempo, el significado básico de los signos lingüísticos”.
Lo anterior confirma que ciencia y poesía, es un binomio indisoluble traducido en arte del lenguaje, tan fácil de apreciar siguiendo el método de Lacadena al explicar cómo los literatos representan, por decir, un paralelismo simple mediante la fórmula
A – B
A – B1
Wooj ti’ ka’an glifos de los cielos
Wooj ti’ múuyal glifos de las nubes
Texto IX folio 50
Ix ko’ ka’an con la mirada hacia los cielos,
Ix ko’ múuyal con la mirada hacia las nubes
Texto IX folio 53
Aunque en realidad, todo el documento está poblado de múltiples figuras literarias ampliamente ejemplificados por Lacadena.
Por otro lado, el Popol Vuuh, escrito en maya quiche de Guatemala lo encontramos igualmente poblado de figuras literarias tan diversos que no se tiene que ser un teórico literario para apreciarlos
el principio de la vida,
el principio de la historia
Otros documentos de la colonia temprana lleno de figuras literarias por donde se le mire, son los libros del Chilam Balam. En ellos podemos tomar los siguientes ejemplos:
Nueve ríos lo guardaban.
Nueve montañas lo guardaban
Otro más:
Y se escribió: «Uoh», en la palma de su mano.
Y se escribió: «Uoh», debajo de su garganta.
Y se escribió en la planta de su pie.
Y se escribió en el brazo de Ah Uoh-Pucil5 .
Con todo lo que se pueda argumentar de la contaminación de estos textos con la visión de los conquistadores, lo innegable es el lenguaje embellecido que Lacadena encuentra “… ya en un texto posiblemente fechado en el 120 d. C: en la pequeña placa de Dumbarton Oaks.
Pero si queremos seguir buscando esa relación entre “ciencia para poetas o poesía para científicos”, como es el nombre de la mesa, y si partimos de que ciencia es un “conjunto de conocimientos obtenidos mediante la observación y el razonamiento, sistemáticamente estructurados y de los que se deducen principios y leyes generales” o que son “habilidad, maestría, conjunto de conocimientos en cualquier cosa”, tendríamos que pensar en el conjunto de conocimientos que se tuvieron que sistematizar para calcular las medidas exactas para una perfecta distribución de las imágenes, fechas y textos contenidos en una estela, o el conjunto de conocimientos, habilidades y maestría para producir el papel, las tintas, los conceptos y diseños con los que fueron plasmados los códices o las vasijas que están perfectamente simétricos y que además perduren con el paso de los siglos, en buenas condiciones.
Para finalizar, hay que reconocer que la ciencia y la tecnología tan socorridas por las sociedades modernas, han demostrado ser incompatibles con el desarrollo humano, pues es esta ciencia y tecnología, junto con las políticas públicas y las acciones de los gobiernos, los que han construido la pobreza extrema en la que viven los pueblos originarios de este continente, y son los que están acabando con nuestras culturas, sin darse la oportunidad de reconocer que son justamente los pueblos originarios, quienes paradójicamente han puesto sus conocimientos milenarios como alternativas para la vida del mundo futuro.
Por eso, es tan importante reconocer en su justo valor, las ciencias del pueblo maya y no usar a los mayas solo como gancho turístico diciendo que “los mayas los estamos esperando en Yucatán”, como reza en un spot publicitario del llamado festival internacional de la cultura maya, que de maya solo tiene el nombre, o alguno que otro dando saludos iniciales en los eventos, cuando de plano no son usados solo como trastos escenográficos, vestidos a la usanza de la película de Mel Gibson, con plumas y penachos, haciendo sahumerios o soplando caracoles en los troncos de las escaleras eléctricas del museo.
Como dice la canción de un fallecido cantante latinoamericano: “son tantas las verdades, tan pocos los milagros”, por eso se requiere mucha más poesía, en maya, en lengua española o en cualquier lengua del mundo, pero mucha más poesía que cautive incluso a los científicos.
Los invito a leer los libros de los Chilam Balam, el Popul vuh, el Ritual de los Bacabes, los cantares de Dzitbalché, los libros de Briceida Cuevas Cob, de Wildernaim Villegas Carrillo, Isaac Carrillo Can, o cualquiera de los poetas de las lenguas originarias de América y verán cómo batallan por llamar la atención para frenar la deforestación, la contaminación, la invasión de los grandes pulmones del mundo que se encuentran bajo custodia de los pueblos originarios, el calentamiento global, los cambios climáticos y las inminentes catástrofes naturales de grandes proporciones que se nos avecinan, provocados por nuestros actos irresponsables por aplicar a diestra y siniestra, la ciencia y la tecnologías actuales del mundo occidental, que parece no darse cuenta que nos estamos acabando por nuestra desmedida ambición de acumular riqueza material.
La alternativa posible la tenemos a la mano y son las verdaderas ciencias del pueblo maya.
[1] Abrue Gómez, Ermilo. Canek