MÉRIDA, Yucatán, 13 de diciembre de 2016 (Bernardo Caamal Itzá).– Un joven mayahablante de Maní, activo colaborador en el registro de las cabañuelas mayas que se realiza en el sur de Yucatán, presentará este viernes 15 su examen para obtener el grado de doctor en el Instituto Tecnológico de Conkal (ITC).
Ante sinodales, amigos y familiares Miguel Ángel Mejía Bautista sustentará a las 9 de la mañana la tesis “Bacillus nativos antagonistas y su efecto en la sanidad y desarrollo del chile habanero (Capsicum chinense Jacq.) para obtener el grado de Doctor en Ciencias en Agricultura Tropical Sustentable.
“No es fácil decir voy a estudiar un posgrado, pero a veces las oportunidades te impulsan a tomar decisiones, y cuando uno tiene el entusiasmo sólo hay que dejarse guiar por esos impulsos y deseos de salir adelante”, señala el joven profesional hijo de Juan Mejía Durán y Elda María Bautista Pacheco.
Uno de los puntos que defenderá Miguel Angel Mejía es el uso de opciones de control de plagas (fitopatógenos) más amigables con el ambiente, ya que la aplicación de fungicidas químicos es el método de control más utilizado para el control de fitopatógenos de interés agrícola, los cuales ha llevado a la contaminación del ambiente, además de generar resistencia en los patógenos.
“Llevo 12 años estudiando, desde la licenciatura, maestría y ahora el doctorado a punto de culminar, que no han sido nada fáciles, desde tener que salir de casa dejando todas la comodidades del hogar, el convivio con hermanos, alejarse de papá y mamá, aunque claro está, es parte de la vida que los hijos en algún momento tienen que dejar el nido y forjar su propio vuelo. Son pequeñas pruebas que tienes que ir superando en la vida para crecer.
“La vida siempre se te presenta otras dificultades y obstáculos, que en muchas ocasiones esas mismas las he tomado como pruebas mayores y que siempre me llevan a un aprendizaje nuevo. Toda prueba en la vida te lleva a crecer y a mejorar como ser humano; como en todo, uno tiene sus tropiezos en el camino pero esos tropiezos te hacen crecer en el caminar de la vida.
“El ser estudiante proveniente de un pueblo mayahablante, para muchos es motivo de vergüenza, para mí es todo lo contrario: es un orgullo poder decir soy de un pueblo y soy mayahablante.
“Es impresionante como es que llegas a otros lugares de la república y enseguida te dicen: “tú no eres de acá”, y al instante te salen con alguna burla y cuando uno es de Yucatán aún más; pero no en todos lados: existe que sabe valorar la riqueza de nuestra cultura, gastronomía y calidad de nuestra gente, que se caracteriza como gente tranquila y muy amable.
“El posgrado me ha dado esa oportunidad de salir y conocer a más gente de la república mexicana, poder compartir conocimientos y adquirir nuevos; son de esas relaciones que uno tienen que ir forjando, ya que en algún momento de la vida nos pueden servir.
Emociones, nervios y sobre todo ante un futuro promisorio, Miguel Angel destacó lo más valioso en la vida de los jóvenes que creen y tienen fe.
“En este caminar de la vida no ha sido nada fácil, por diversos sucesos vividos, sin embargo aquí estamos de pie, con la mirada al frente siempre. Desde pequeño he estado en contacto con la gente de campo: vengo de una familia de clase media que ha dedicado toda su vida al campo, desde mis abuelos paternos, maternos y bisabuelos, todos han dedicado su vida al trabajo del campo: a la agricultura y ganadería.
“Era de esperarse que mi señor padre quisiera inculcarnos esos mismos gustos y amor al campo; desde pequeños, recuerdo a la edad de ocho años, colaborábamos con las actividades de la casa en la crianza de animales como puercos, pollos, pavos y reses.
“Como a los 10 años empezamos a colaborar con las actividades un poco más fuertes, que involucraba las parcelas citrícolas y el pequeño rancho ganadero, a veces me quejaba de las actividades que nos ponían hacer, porque yo veía como mis amigos de la escuela saliendo del mismo se iban a casa a comer y luego como todo niño a querer jugar por la tardes; sin embargo mi caso era diferente: era llegar a comer e irme al rancho a llevar comida a los trabajadores, era toda una travesía tomar mi pequeña bicicleta y pedalear 5 km de ida y 5 de regreso, 10 km en total a diario de lunes a viernes; los sábados y domingos las cargas eran más fuertes porque desde la mañana tocaba ir a la parcela y por la tarde al rancho.
“Esa fue mi vida durante casi 20 años. Tener que aprender a sacar mi tiempo para la escuela, estudiar, hacer tareas y el trabajo para colaborar con las actividades del rancho y la casa; nada fácil, pero aquí estamos y seguimos.
“Hoy puedo decir con orgullo que gracias a mis padres, que me enseñaron a querer y amar lo que tengo, aprender a ganarme las cosas y no solo estirar las manos para tenerlo todo a manos llenas, como en muchas ocasiones pasa con la juventud actual, que los estamos creciendo con mucha conformismo y mediocridad; claro, no hay que generalizarlo pero en muchos casos eso está pasando en nuestra sociedad tan influida por las tecnologías; en la que los padres no han sabido manejarlas adecuadamente.
“El ser un niño, en ese entonces, no era fácil de entender todo esto que pasaba, los cuestionamientos de siempre, ¿por qué a mí?, ¿por qué ellos pueden salir a jugar a la calle con sus amigos y yo no?, ¿Por qué papá o mamá no me dejaban salir o ir a jugar a la calle?, eran de esas preguntas que de niño me hacía y que giraban una y otra vez; lo que un día no era capaz de entender, ahora entiendo todo: mis padres me ayudaron a madurar a temprana edad y a ser responsable, para que el día de mañana, el hoy que vivo pueda yo afrontar lo que la vida me preparare.
Hombre de fe, reconoció la mano de Dios en su trayectoria y agradeció las bondades recibidas.
La tesis de doctorado fue dirigida por Arturo Reyes Ramírez, y monitoreado por Lizette del Carmen Borges Gómez (Codirector-Secretario); Jairo Cristóbal Alejo (Vocal); José María Tun Suárez (Vocal), y Luis Leonardo Pinzón López (Vocal), todos doctores.