Carlos Evia Cervantes
Carlos Augusto Evia Cervantes es antropólogo social por la UADY y fundador del Grupo Espeleológico Ajau. Es un reconocido estudioso de los mitos mayas
En los recién pasados 9 y 10 de diciembre el gobierno de Estados Unidos organizó una reunión con 110 países a la que denominó Cumbre por la Democracia, y con esta acción manifestó su supuesto liderazgo en el tema.
Con toda la perversión que caracteriza a los gobiernos de Estados Unidos excluyó a algunos y además los calificó de autoritarios. No fueron invitados Rusia, China, Turquía, Irán, Egipto, Cuba, Nicaragua y otros que no se han plegado a los intereses de su hegemonía y que, a su juicio, violan los derechos humanos de sus ciudadanos. De esta manera Estados Unidos se autoproclamó el juez mundial de la democracia y los derechos humanos.
Hay que analizar los atributos de este país que, sin respeto alguno, descalifica a otras naciones solo para el beneficio sus fines políticos. Para empezar el sistema electoral de Estados Unidos se basa en una estructura caduca que permite que un candidato con menos votos pueda llegar a ser presidente, pues lo que cuenta son las decisiones de los 538 miembros del colegio electoral. Eso pasó con Donald Trump e Hilary Clinton, pues ella tuvo más votos ciudadanos que él, pero la mayoría de los representantes del colegio eligió a Trump. Estos miembros están totalmente controlados por los grandes empresarios que conforman el poder real en ese país. La gran farsa que se lleva a cabo cada cuetro años se caracteriza por unas “apretadas” votaciones al estilo Hollywood, y al final unos celebran su triunfo y otros aceptan su derrota. Solamente Trump, en las elecciones del 2020, no quedó conforme.
En su afán por hacer la guerra con quien sea y adonde sea, Estados Unidos interviene y a veces crea los conflictos. En Vietnam quemó aldeas enteras y asesinó a miles de inocentes campesinos. En Irak mató a miles de personas con el pretexto de que su gobierno poseía armas de destrucción masiva, lo cual resultó falso. En Afganistán destruyó toda la estructura social y sus soldados mataron a miles de civiles con el falso objetivo de encontrar a Bin Laden, su antiguo socio. En vez de vigilar por la democracia y los derechos humanos cometió estos y otros crímenes de guerra.
Se comprobó que Estados Unidos apoyó el golpe de estado que derrocó a Salvador Allende, y fomentó muchos otros golpes en Centro y Sudamérica. Destruyó democracias legalmente establecidas sin importarle las pérdidas humanas y mucho menos sus derechos humanos.
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En los últimos tiempos ha incrementado su política de sanciones a todos los países que se niegan a ceder su soberanía y aspiran a ejercer una forma de gobierno independiente al poder imperial norteamericano. Quizá el ejemplo más representativo y cruel sea el bloqueo económico durante más de 60 años a Cuba, que ha afectado a toda la población y que constituye la más grave violación a toda clase de derechos humanos. Además, ignora a la Asamblea General de Naciones Unidas, instancia que le pide cada año, desista de este injustificado bloqueo.
Estados Unidos también ha despojado a Venezuela de un gran complejo industrial, CITGO, bajo el pretexto de que en ese país está ausente la democracia. Asimismo, reconoció como presidente a Juan Guaidó, quien se autonombró como tal, y que le queda grande incluso el papel de títere. A Estados Unidos no le importan los derechos humanos de la población venezolana ni el daño que hace con su política de sanciones.
Si hay un país en donde no se ha respetado los derechos humanos es en Estados Unidos, pues desde el siglo XIX sus distintos gobiernos han practicado la política de exterminio hacia las tribus indígenas y las que sobrevivieron fueron confinados a las reservaciones en territorios ajenos. La población negra padeció la esclavitud generalizada y ha sufrido durante siglos la discriminación racial; ahora enfrenta la violencia policiaca en el grado de brutalidad. Muchos de los inmigrantes latinos son sometidos a distintas formas de explotación laboral y no se les concede la ciudadanía pese a muchos años de merecerla.
En estos días, Washington está a punto de extraditar a Julian Assange, fundador de WikiLeaks, para condenarlo con más de 150 años de prisión por haber denunciado los crímenes que se cometieron en las guerras de Irak y Afganistán, pero no juzga a quienes efectuaron dichas atrocidades. La injusticia y libertad de prensa, esenciales para toda democracia, son aplastadas por el gobierno de Estados Unidos.
Ahora que el actual presidente norteamericano convocó a esta reunión de naciones con la grosera torpeza política y diplomática de excluir a los países que considera autoritarios, se comprobó que Estados Unidos ha llegado al colmo de la hipocresía y a la cumbre del cinismo.