Mérida, 28 de agosto (Boletín de Muuch’ Xíinbal).– Con estrategias legaloides sustentadas en el Protocolo de Nagoya, el presidente de la asociación civil “Fundación Melipona Maya” (FMM), Stephane Palmieri, pretende sorprender a propios y a extraños con una práctica biopirata que intenta arrebatar a los pueblos originarios de la Península de Yucatán el conocimento ancestral de la meliponicultura, asociado concretamente a la especie de abeja sagrada Xunáan Káab, por encima de la oposición de comunidades mayas que son apoyadas por líderes de su asamblea, organizaciones civiles, investigadores científicos y académicos.
Y hablamos en tiempo presente, porque aunque Stephane Palmieri dice haber cancelado los cinco convenios que había suscrito con la Universidad Intercultural Maya de Quintana Roo, y dice haber anunciado a la empresa trasnacional Expanscience y a la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales (SEMARNAT) la suspensión temporal de su proyecto con el citado protocolo, en realidad continúa de manera ilegal la venta de cremas cosméticas con Marca Melipona de su empresa amiga Ballot Flurin, que desde Francia anuncia productos de “Apiterapia y Apicosmética ecológica y certificada”.
El Protocolo de Nagoya es un instrumento internacional signado por México en la sede de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en febrero de 2011, y puesto en vigor en 2014, el cual extiende su ámbito de aplicación a los recursos genéticos y a sus derivados, tales como aromas, resinas, aceites, venenos, polen, entre otros más, y cuyo valor intrínseco es su potencial en la fabricación de productos que pueden ser patentados, tales como medicamentos, vacunas, sueros, contravenenos, anticoagulantes, cosméticos, perfumes, aromatizantes y bebidas estimulantes, entre otros. El Protocolo de Nagoya y el sistema de patentes son una nueva forma de colonizar las comunidades indígenas por medio de la apropiación y mercantilización de seres vivos o elementos de los mismos, así como de los conocimientos tradicionales de una cultura local para expandirse a mercados globales.
Catalogado como un instrumento al servicio de los países desarrollados y a favor de una economía verde que lejos de promover la sustentabilidad atenta contra el patrimonio natural, biogenético y cultural de los países en desarrollo donde los poseedores son generalmente comunidades indígenas, el protocolo de Nagoya apunta que para el acceso a conocimientos tradicionales, asociados a recursos genéticos, se requiere del consentimiento fundamentado previo de las comunidades indígenas y locales, su aprobación y participación de los beneficios en condiciones mutuamente acordadas de las partes, incluyendo cooperación, obra social, y entre otros, transferencia tecnológica.
Sin embargo, las leyes en México están muy lejos de tener y procurar un marco adecuado a las características específicas de consulta y protección que merecen las comunidades indígenas, su cultura y conocimientos ancestrales de la naturaleza.
Apoyado en los articulados del mencionado protocolo de Nagoya, el francés Stephane Palmieri, empresario hotelero, ha venido preparando el terreno para conseguir la firma de indígenas meliponicultores y, a través de la FundaciónMelipona Maya A.C. ha establecido convenios en contubernio con autoridades de la Secretaría de Desarrollo Agropecuario, Rural y de Pesca (SEDARPE), BIOMAR A.C., el Instituto Tecnológico de Felipe Carrillo Puerto (ITSFCP) y el Instituto Internacional de Productividad y Capacitación Agropecuaria S.A. de C.V., así como con la Universidad Intercultural Maya (UIMROO), entre otros, con quienes ha promovido diversos proyectos tales como el “Plan estratégico de desarrollo y comercialización de la meliponiculturaen Quintana Roo “, el “Programa de desarrollo de la meliponicultura en zonas indígenas de Quintana Roo” y el de la “Consolidación del renacimiento de la meliponicultura en la Península de Yucatán”, todos con el verdadero y único fin de la producción de miel melipona.
Palmieri y su FMM se propuso desde sus inicios forjar un supuesto “renacimiento de la meliponicultura” , saqueando nidos de abejas deforestando la selva y destrozando jobones sagrados que tenían por herencia las familias mayas en diversas comunidades, demostrando así el interés únicamente en los productos de las colmenas que le tributarían después otras familias indígenas de Tulum bajo la tutela de su fundación.
Con la formación de cooperativas, cursos, meliponarios en las universidades y colmenas en comodato a mayas, así como con la instalación de sistemas de riego para un vivero y algunos huertos con gallinas de postura, la Fundación Melipona Maya agita la bandera de una supuesta sustentabilidad y una transparente y desinteresada “obra social” derivada de los proyectos y convenios con los mencionados.
Sin embargo, toda la confabulación basa sus objetivos en fortalecer una estructura que haga frente a la producción y comercialización de la miel melipona a gran escala, cumpliendo con los requisitos del Protocolo de Nagoya para ponerse en charola de plata el negocio con la empresa trasnacional Expanscience, a fin de que incluyendo la miel melipona en sus productos y patentes, les coloque en las grandes ligas empresariales.
Mencionamos algunos pormenores de lo que realiza Palmieri sólo para ejemplificar la forma en que el Protocolo de Nagoya, lejos de ser un instrumento para “la repartición justa y equitativa de los beneficios” –como en su título ofrece–, en realidad promueve y facilita la legalización de la biopiratería a manos de codiciosos extranjeros y compañías trasnacionales, como la denominada Expanscience, con la que Setpehane Palmieri , su FMM y BIOMAR AC han tenido tratos.
Escudado en el Protocolo, el extranjero empresario hotelero estaba casi a punto de lograr conjuntar los trámites legaloides necesarios para consumar el negocio; intento que consta en un convenio que obtuvo de la CDI , a través de la empresa BIOMAR A.C en el que amenazando advierte que “en caso de no desarrollarse el Protocolo de Nagoya, entre el laboratorio francés y las comunidades indígenas de la zona Maya de Tulum, el recurso genético y los conocimientos tradicionales asociados a ella quedará a disponibilidad de la empresa, pudiéndola patentar y gozar de sus beneficios de manera exclusiva y sin la obligación de compartir con los guardianes del recurso biológico”.
El Protocolo de Nagoya ha servido de escudo para comerciantes disfrazados de benefactores que se aprovechan de la ingenuidad y la pobreza de las comunidades indígenas para hacer el negocio de su vida, no sólo en México; en Chile y en Ecuador, como en muchos otros lugares del mundo, también se ha sufrido los ataques de biopiratas y trasnacionales, pero afortunamente sus comunidades se han resistido y han contado con organizaciones, académicos y gobernantes que han luchado por poner freno a las presiones de legalizar la mercantilización de la biodiversidad y conocimientos de sus comunidades, rechazando las bases jurídicas que reconozcan a oportunistas y extraños para establecer sus monopolios, evitando el despojo.
A la Fundación Melipona Maya, A.C. y a su presidente, el comerciante Stephane Palmieri, le debe quedar bien en claro que debe parar sus intenciones de despojo. La defensa de la meliponicultura de los mayas es la voz de su pueblo, por la defensa de su territorio, su biodiversidad y su forma de vida por el respeto a sus abejas y a su modo de crianza ancestral. La Asamblea de Defensores del Territorio Maya “Múuch Xíinbal” lo hemos dicho bien claro: “El pueblo maya no está en venta. La vida de nuestra gente, nuestra madre tierra, la biodiversidad de nuestras selvas, nuestras abejas meliponas y el legado ancestral sagrado de nuestra cultura no se vende, no se burla y no se amenaza. Evitaremos a toda costa la biopiratería y el protocolo de Nagoya que pretende legalizar el robo del conocimiento tradicional ancestral maya, nuestras abejas, y los productos de sus colmenas para beneficio de unos cuantos extranjeros”.
A las autoridades estatales y federales, desde aquí les advertimos: la defensa de las abejas meliponas y en particular de la abeja Xunáan Kaab, por la que ha tenido interés especial la Fundación Melipona Maya A.C., NO es un capricho de unos cuantos, NO responde al beneficio económico de algún particular, NO es “campaña de guerra sucia” o un “ajuste de cuentas personal”, NO es una acusación sin fundamento como intenta hacer creer Stpehane Palmieri.
Exigimos que el Protocolo de Nagoya sea desechado porque atenta contra la biodiversidad del pueblo de México, y demandamos que se reformen las leyes de protección al ambiente de forma tal, que ningún otro instrumento de los poderes económicos internacionales cobije intereses mezquinos en detrimento de los recursos naturales y de la cultura ancestral de nuestros pueblos originarios.
Stephane Palmieri está a la espera de la asunción de las nuevas autoridades federales que habrán de gobernar México a partir de diciembre. Adopta ahora un perfil bajo y dice tener confianza en que le permitirán continuar con sus proyectos. Anuncia continuar con sus cooperativas en la “Consolidación del renacimiento de la meliponicultura en la Península de Yucatán”, el cual es apoyado por pseudoacadémicos de interés por lo menos mediático y de promoción de la UIMQROO, como Aurora Xolalpa Aroche, así como del ITSFCP y por la SEDARPE, que se sostienen en activo con la Fundación Melipona Maya A.C. para justificar el dinero “invertido” en la misma, colocando por delante a mujeres de familias indígenas mayas embaucadas, y utilizadas, a quienes entrevistan para su defensa, y a quienes manipulan con la promesa de compra segura de la miel melipona.
Grande es el reto que tenemos como pueblo maya para darnos cuenta de las artilugios de intrusos, empresarios y gobernantes para defender nuestro territorio, nuestro modo de vida y nuestras abejas; sin embargo no descansaremos en promover nuestra postura ante los atracos del capitalismo neoliberal y la imposición del bioimperialismo a través del Protocolo de Nagoya.
Ya el Senado de la República lanzó un exhorto al gobierno de Quintana Roo para que atienda la polémica generada por el multicitado comerciante francés: el pasado 8 de agosto emitió un punto de acuerdo celebrado a instancias de la diputada del partido del Trabajo, María del Carmen Ojesto Martínez Porcayo.
El documento concluye que “La Comisión Permanente del Congreso de la Unión respetuosamente exhorta al gobierno del Estado de Quintana Roo, a la Comisión para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas y a la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente para apoyar en la protección de la abeja melipona y de los conocimientos tradicionales del pueblo maya; asimismo la revisión, y en su caso la cancelación de patentes promovidas por el señor Stephane Palmieri y la Fundación Melipona Maya A.C. , evitando la biopiratería encubierta y el Protocolo de Nagoya que pretende legalizar el robo de conocimiento tradicional ancestral maya, nuestras abejas, y los productos de sus colmenas para beneficio de unos cuantos extranjeros”.
Así pues, el ya muy próximo nuevo gobierno federal de México, con su propuesta de democracia deliberativa, tiene enfrente una tarea ineludible y descomunalmente importante, tanto por su alcance como por lo que significa respetar el derecho de nuestras comunidades indígenas al exigir justicia: sentar las bases para proteger fielmente la naturaleza y cancelar el Protocolo de Nagoya que sirve de sustento a biopiratas, mercaderes ilegales de la cultura y biodiversidad de los pueblos originarios y sus conocimientos ancestrales.