Carta de buena fe a un empleador

Por PEDRO UC BE, alias Lázaro Kan Ek, maestro, poeta y escritor radicado en Ticul

Tres escritores mayas. Briceida Cuevas, Domingo Dzul y Pedro Uc, en un evento poético en el Olimpo en 2003

Tres escritores mayas. Briceida Cuevas, Domingo Dzul y Pedro Uc, en un evento poético en el Olimpo en 2003

Sr. Empleador:

Me gustaría contarle un breve cuento, quizá se relaje un poco de tanto estrés que le ha dejado su trabajo en los últimos meses, en los que ha tenido que atender el incremento de sus ganancias mensuales por las buenas ventas que hace de sus productos.

Hoy es un día especial para mi, dice Juan, el empleado más extraño de la Gran empresa, mis emociones están más inquietas que de costumbre, se parecen a las que me asaltaron hace creo un poco más de veinte años cuando el patrón me dijo que estaba contratado para sumarme a los trabajadores de su pequeña empresa. Le dijo a su empleador, quien estaba muy atento al tema empresarial, quizá para tratar de conocer nuevas estrategias para ensanchar su negocio.

–Estaba pequeña­– la recuerdo bien, siguió Juan –éramos como 15 empleados a lo más, sin embargo había algo que era muy atractivo para quienes nos encontramos en ese espacio, platicábamos mucho entre trabajadores, directivos y propietarios como si de verdad fuéramos una familia.

Los convivios a que el patrón invitaba, por lo menos antes de cada período vacacional, eran verdaderos espacios de encuentros reflexivos, de sueños, de miradas al futuro cercano; recuerdo que entre las cosas que nos comentaba a los trabajadores es que, “si esta pequeña empresa crece, me he de sentir muy complacido de darles aguinaldo, vacaciones pagadas, seguro social y todas las prerrogativas de la ley, para que disfruten con sus familias y sus hijos tengan oportunidades de educarse major”.

Creo que todos le creímos, por lo menos, no recuerdo que alguien saliera del evento soltando piropos envenenados contra el patrón; al revés, los comentarios eran muy esperanzadores como suele suceder con la mayoría de los trabajadores que son bien tratados en su centro de trabajo por sus empleadores y jefes inmediatos.

Decíamos entre otra cosas, que vamos a actualizarnos con las últimas estrategias que aparecen en el país para ayudar al Señor a crecer su empresa, seguramente sabe que la biblia dice que “quien es fiel en lo poco, en lo mucho lo será también”.

Así pasaron los primeros diciembres sin el aguinaldo, sabíamos que eso pasaría, sin embargo la empresa empezó a crecer con mucha velocidad, su santuario no solo creció en tamaño sino cualitativamente, hasta lograr ser la más importante de la región.

Pero aquellas juntas de convivencia no sólo desaparecieron; los que estuvimos desde la fundación fuimos enfrentando dificultades en el trabajo, en los pasillos comenzamos a extrañar aquellos espacios de diálogo esperanzador y los oídos aquellos atentos a escuchar nuestra opinión que nos ofreció una y mil veces, sobre las situaciones que se daban en el trabajo, que desde nuestro punto de vista ya demeritaba la calidad del producto que se ofertaba como de excelencia.

Pues no paró ahí, sino que las vacaciones nunca han sido pagadas al igual que los aguinaldos; algunos de los nuevos empleados que el patrón ha contratado no sentían que somos un cuerpo de trabajadores, sino al parecer, llegaban con la consigna de ser los capataces de la hacienda para dar latigazos a los peones acasillados; siempre presumían que la razón de su contrato es político y lo que cuenta es la fidelidad a su partido abanderado por el patrón que exige rodillas encalladas frente a su majestad.

Tendieron las primeras trampas a los más veteranos, porque eran considerados peligrosos por la historia y geografía que llevan a cuestas, sabían mucho, eso era su arma peligrosa, entonces era necesario hacerles boquetes para la patadita; así cayeron los primeros dos más valiosos; un diplomado para el dominio de las TICS fue la condición sine qua non para que permanecieran en su puesto de trabajo; así se les indicó (no se les consultó, ni se dialogó con ellos) en su despedida; no les cayó ningún centavo del cielo de rectoría, el gallo no hizo el canto tradicional, ni el venado presumió su inocencia; así inauguraron los despidos de los considerados riesgosos, radicales o exóticos.

Sin embargo, los niños trivialones de nuevo contrato tomaron el diplomado y casi la mitad lo reprobó por razones de plagio, de no poder discernir entre actitudinal y procedimental etc. Lo más luminoso es que no solo siguieron en sus puestos de trabajo, sino fueron becados para una segunda oportunidad con lo que terminaron certificados en un tiempo relámpago; aunque uno de ellos haya sido de talento más desarrollado en la trasmisión de adagios, sospechas, notas de periódicos como el de peso y de chile, (él le llama teatro) pero que ha logrado ser arteria de la empresa; sin tener ningún diplomado exitoso, pero sí con uno reprobado; sigue siendo pieza firme en su puesto de “trabajo” en condiciones inmejorables lo cual admiramos.

Actualmente su reino ha crecido, por eso no le importa si los trabajadores tienen pan, tienen techo, tienen salud. Su pequeña empresa ha dada a luz un campus mejor en la muy blanca, colonial y racista capital; quizá por eso quiere liquidar pendientes con algunos que han permanecido hasta por 15 o 20 años en su hacienda “henequenera”. Les llama amigo de frente, y que son igualmente amigos de los júnior con fundas de seda, si, esa, la más objetiva por juzgar a priori, la que llega a la  oficina de papi y le dice a gritos “quiero que mandes a chingar a su madre a ese pendejo trabajador”. A esa le llamaron en las redes sociales Lady Directora.

Pero el patrón sabe que ella todavía no aprende los modos maquiavélicos para hacer con la finura filosófica esas cosas, por eso él como buen diseñador del estado neoliberal, primero destruye la imagen del trabajador, luego lo despide y lo criminaliza.

Los pretextos para echar al trabajador pueden ser muchos, si está joven “hace mal su trabajo por inexperto”, si es veterano es porque “no se se actualiza y los tiempos han cambiado”; finalmente lo puede acusar de un delito sexual, eso siempre funciona, si no veamos a Julian Asanch y muchos otros; así que no venga a decirme que soy su amigo, el patrón sabe muy bien que “en política y en el negocio capitalista que encabeza, no hay amigos sino intereses comunes”. Cuando esa condición no se cumple, entonces despide a quien le ha incomodado o a quien cree que se convierte en un enemigo potencial de sus intereses de poder.

El Patrón ha advertido el riesgo de darle voz a los muros, tanto los físicos como los virtuales, que si algo molesta, que primero se lo hagan saber, porque “la ropa sucia se lava en casa”. Cuando dice esto no miente fácticamente, más bien dice la verdad, porque su empresa se ha enriquecido con la fuerza del trabajo , con la imaginación, con la creatividad, con el tiempo, con lo mejor que de sí tiene el trabajador, que es a lo que se ha dedicado y ha hecho con pasión religiosa, ya que ni el reloj checador le ha sido necesario, ni las ridículas firmas engorrosas que se quedan en las manos de quien la administra junto con las recetas médicas, creyendo que eso es una gran labor y que así se lo ha hecho creer al patroncito que ha sido engañado por sus tecnoempleados que los considera aliados cuando apenas son mercenarios de mala copia.

Resulta que ahora tampoco se puede jadear ante el estrangulamiento que aplican en “nuestra propia casa” ¿desde cuándo tu propia casa ha sido convertida en lugar del secuestrado, amortajado, embozado, criminalizado y en fosa común? Quizá desde que comienzan a descubrir fosas comunes y la modernidad incluye las desapariciones.

A día de hoy, la calidad del producto se resume en paredes y techos coloreados, en proyectores multimedia, en una minitorre de rectoría que ni es torre y menos rectoría, que sirve más bien como el panóptico foucultiano, a un puñado de lenguas que le cantan su canción favorita y por si fuera poco a unas cámaras de vigilancia en cada esquina de su miniimperio en donde la vaca, ¡ah perdón!  María Antonieta (la más objetiva), o sea Lady directora, manda a sus mascotas (que de tan fieles van perdiendo también el pelo, aunque en realidad se ven como Pinki y Cerebro) a darle pastel a los pobres a falta de pan.

Pero nada de esto le importa al Patrón, porque lo poquito que le genera la fuerza de trabajo de los esclavos modernos, le alcanza para darle casa lujosa a cada uno de sus hijos, carro del año, doctorados en el extranjero, puestos legislativos y a él un poquito de esparcimiento, como por ejemplo ver en el Yankestadium un partido de su equipo favorito, o en un día cualquiera darse una vueltita en Miami para un almuerzo familiar o de amigos del mismo partido político a quien le deben todo.

Pero cuando el patrón explica la chinga que se lleva en su trabajo administrando su empresa, siempre hace notar que el espacio donde trabajan los empleados no le deja nada de ganancia, que lo mantiene por ayudar a personas como yo para que no se queden sin empleo, que lo poco que él logra devengar viene de los otros espacios del campus capitalino; así que si alguien viene buscándolo por un apoyo o un préstamo, es inútil, debido a que su empresa anda en ceros. Pero que “somos amigos y eso es lo más importante”.

Se me olvidaba la relevancia de la mascota que tiene Lady directora (esa que usa mangas de seda desde que la empresa de papi creció mucho, ella es la firma legal de muchos departamentos del emporio), al parecer ha podido conquistar con un estilo único, ha logrado encantar el corazón de María Antonieta (aquella de los pasteles, la más objetiva pues), aunque, viéndolo bien, esta criatura humedece su piel por el gesto más común y corriente o más corriente que común; algunos colegas piensan que usaría el sentido común por ser titular de algunos departamentos, pero se equivocan, más bien, hizo recordar a Eduardo Galeano (el gran cazador de historias), cuando platicó que “no debemos tener muchas esperanzas en los patrones porque carecen hasta del sentido común, o más bien, en ellos el sentido común, es el menos común de los sentidos”.

La verdad es que la mascotita es graciosa, sobre todo cuando se enfunda en el uniforme de la empresa con la que se inspira para dar garrotazos como los delincuentes que visten uniforme de policía, el apodo le queda muy bien, hasta mueve graciosamente la colita cuando lo Chepean. Sus vulgares versiones sobre cada uno de sus “informes” en torno a cada hecho laboral de sus “subordinados” son la objetividad de Lady directora.

Pues bien, quizá no ha sido lo peor, sino que a través de ella, el patrón también se halla atrapado en esas muecas que parecen sonrisas, quizá porque su ego ha consumido mucha sustancia adictiva que ya no le alcanza con la dosis que se autorecetaba, ahora necesita caricias competentes para que sienta que el poder aun lo tiene en la mano derecha, aunque le da igual si no es derecha. El pragmatismo monetarista es lo que vale; le ha salido muy bien ese texto bíblico que escribió San Nicolás_ “El fin justifica los medios; en política lo que cuenta son los resultados”.

También ese patrón ha dicho (señalándo al más viejo) que “cuando se es ya veterano se pierde la visión objetiva y creemos que hacemos bien las cosas, pero en realidad las hacemos mal”. Claro que esto lo decía porque su mascotita y su brazo femenino le habían lamido su horcón derecho (con que se había ganado un nombre deportivo) que ahora apenas logra sostener con una prótesis. Me parece que dibuja muy bien la contradicción de poder que él enfrenta en sus capataces, disfrutando sus orgías laborales donde él mismo les ha palomeado, a pesar de tener doctores y legisladores en su jardín. A veces, la visión y los pasos erosionados solo representan el maltrecho poder que todavía se cree, virtualmente, tener. Tiene Usted razón.– Mérida, 22 de junio de 2016.

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