POR BERNARDO CAAMAL Itzá, periodista comunitario maya
Cuando se cultivan las semillas en la milpa uno usa sus conocimientos ancestrales y al mismo tiempo siembra futuro, según enseñan abuelos y abuelas mayas a las nuevas generaciones que viven en el territorio peninsular.
Nos consta, a quienes vivimos en el Mayab, cómo han transcurrido los primeros meses de 2016, y hemos visto cómo el termómetro ha registrado las altas temperaturas que según el Xok k’íin o cabañuelas mayas pronostican que las lluvias comenzarán a finales de abril y principios de mayo, pero que se concentrarán en junio mientras que en otros meses serán precipitaciones esporádicas y es precisamente el periodo de mayor interés para que los productores puedan cultivar sus semillas.
Este tipo de experiencia sobre el manejo y el conocimiento del monte y del clima son básicos para ser agricultor. “Aunque dicen que somos analfabetos, pero muchos de nosotros conocemos hasta más de 50 plantas que hay en el monte”, indicó uno de los campesino que asistió a la reunión de acuerdos para calendarizar la feria de las semillas nativas que comienzan este domingo 15 de abril en la Universidad de Chapingo, en Temozón Norte, Mérida.
–Durante muchos años hemos dependido del uso de nuestros conocimientos ancestrales para cultivar la tierra –reiteran con orgullo campesinos conocedores del trabajo de la tierra.
Durante marzo, abril y parte de mayo transcurre la temporada en que miles de campesinos preparan sus campos. En estos días, las milpas recién quemadas desprenden olores a hojas quemadas, y si en estos días lloviese seguramente tomaría otro matiz; cuando eso suceda, el tiempo de las lluvias se acerca para realizar la siembra, y cada campesino las prepara con esmero para depositarlas en la tierra al caer las primeras gotas que vierte Yuum Chaak, dios de la lluvia.
¡Cuántas emociones experimenta uno al sembrar una semilla o plantar un árbol! Al final siempre representa esperanzas para quien lo hace. Depositar una semilla al suelo es fertilizar la tierra. Al emerger las primeras plántulas uno sabe que está dándole continuidad a las tradiciones familiares y comunitarias, conservando las semillas de los abuelos y dando esperanza a nuestros pueblos.
Cada una de las semillas que tenemos guardadas en el kúumche’ (granero) está impregnado del mensaje sagrado de los abuelos; en el caso particular del Ixi’im (maíz) que está en estos lugares, en cada uno de sus granos, está condicionado desde tiempos inmemoriales, que para que se produzca debe ser cultivado en el territorio donde nació algún día, y por otro, despegará sus primeras hojas al escuchar esos cantos de alabanza que el jmeen al invocar a la madre y padre tierra y a los que lo auxilian, para que haya las condiciones para que germine y la haga producir de nuevo.
Intercambiar semillas no sólo fortalece las semillas del vecino, sino las suyas propias y de esa forma se cumple el compromiso con la vida, pacto que se inicia con las ceremonias mayas del jéetsméek, p’o ka’ab, k’u sakab y el ch’a’ cháak y el jáanalil kool
Quien no conoce sus semillas es como aquel que no conoce a los Yuumtsil (dioses del mayab) y “ante cualquier diablo que se le presente se le hinca”, como dice uno de mis amigos.
En el proceso de la siembra del maíz hay un sin fin de relatos que hablan de cómo los animales del monte han contribuido para que las semillas no se pierdan. A algunos se les chamuscó su plumaje y se quedó negro (pájaro Ts’iiu), y los ratones… ¿son plagas? Con estas metáforas de la naturaleza se encuentran mensajes que nos indican cómo cultivar nuestras semillas sin usar químicos, lo que significa que hay que re-entender las formas de cómo hablar con cada uno, para que sean ellos los que cuiden estos granos portadores de la esperanza. Es la profundidad el lenguaje del sijnal, la naturaleza.
Así nos damos cuando cómo los Yúumtsil siempre están presentes en nuestras vidas, y cómo siempre nos vigilan desde los cuatro puntos cardinales de la milpa. Y en este espacio hay reglas para aquél que vive en el Mayab, es el concepto p’íis (medida o regla), aunque hay curiosos que no quieren acatar estas normas que tienen como fin evitar que el sistema se corrompa.
A la pregunta frecuente de cómo nuestros ancestros cultivaron entre piedras, donde el suelo es casi inexistente, y cómo nos explicamos el desarrollo que lograron en todo el territorio peninsular, pensamos que seguramente las respuestas las tendremos al cultivar las semillas, y será cuando los dioses mayas nos transmitan de nuevo su t’aan (palabra) y su interpretación dependerá mucho de nuestra sensibilidad por escucharlos de nuevo. Peto, 6 de abril de 2016.