Transgénicos devastan selva y abejas en la Península de Yucatán

Eduardo Batllori, Irma Gómez y Miguel Angel Munguía, en la Biblioteca del Maestro

Eduardo Batllori, Irma Gómez y Miguel Angel Munguía, en la Biblioteca del Maestro

La introducción de cultivos transgénicos en Yucatán está ejerciendo una fuerte presión sobre los campesinos de la selva maya de Campeche, pero su impacto se resiente en toda la Península, que es hábitat de las abejas, y que es gran productora de miel para consumo e importación, advirtieron este lunes 12 especialistas y activistas.

Hopelchén es una de las regiones más en riesgo, porque grandes extensiones están siendo dadas en renta a productores privados que no respetan el medio ambiente.

La deforestación, la siembra de semillas transgénicas y la consecuente fumigación de agroquímicos mediante avionetas, incluso a 400 metros de hogares mayas, son un grave peligro para el medio ambiente y la salud de la población, afirmó Irma Gómez González, coordinadora de base comunitaria de la organización MA OGM.

Antes de la introducción de los transgénicos, había tres grandes centros de producción de miel, pero ahora sólo queda uno, a causa del uso de insecticidas, indicó Irma Gómez, en su participación en la mesa panel Los transgénicos en la Península de Yucatán, que tuvo lugar este lunes 12 en la Biblioteca del Maestro, en Santa Ana, en Mérida.

Actualmente el panorama es devastador. Cientos de hectáreas de selva taladas con maquinaria pesada, registro de muerte masivo de abejas y la extinción de la práctica de la apicultura en muchas comunidades mayas, por ejemplo en los alrededores de Dzibalché, agregó la activista de MA OGM.

No obstante el uso intensivo de insecticidas, actualmente asuelan esa región –donde se usan 79 plaguicidas distintos– una plaga de moscas y otra de gusanos, señala Irma Gómez, quien mostró varias imágenes de la realidad en Hopelchén.

Por ejemplo, en un mapa se indica el área donde hay gran presencia de transgénicos y en otro mapa los lugares donde están presentes las abejas: toda la Península.

Según Miguel Angel Munguía Gil, director de la sociedad cooperativa Educe, la apicultura es un importante sustento familiar en la Península, donde cada productor posee en promedio de 30 colmenas. Al año, cada uno produce unos 900 kilos que equivale a unos 32,000 pesos.

La apicultura, señala Munguía, es un sólido muro a la migración y a la desintegración social, genera empleo y cimienta el arraigo de los campesinos. La destrucción de esta práctica ancestral deja en la vulnerabilidad a las poblaciones.

Al abrir su ponencia, Eduardo Batllori Sampedro, secretario de Desarrollo Urbano y Medio Ambiente (Seduma) señaló que es falso que los transgénicos produzcan más que el sistema de cultivo tradicional, que es el argumento que esgrimen las trasnacionales y gobierno para justificar la siembra de esas semillas.

De los 41,900 toneladas de alimentos que se producen al año se desperdicia el 40%, de modo que no hay escasez. El problema es la distribución, aseveró el director de la Seduma.

Badllori recordó que es un alivio que la ONU haya declarado “probable causa de cáncer” al glisofato (que se usa en soya y maíz transgénico) porque ello permite a las autoridades tomar una decisión correcta cuando fallen sobre este asunto el 27 de este mes.

La extinción de la apicultura repercutirá en la producción de alimentos, pues son el factor principal de la polinización.

El evento de este viernes fue organizado por el Colectivo Na’Lu’um y el Comité Técnico de Aguas subterráneas de la Zona Metropolitana de Mérida, Yucatán (Cotasmey).

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