En otros foros ya he expresado mi preocupación sobre el proyecto del Tren Maya respecto a la preservación del patrimonio cultural, en especial el patrimonio cultural inmaterial. El proyecto expresa su interés en la protección patrimonial, pero en el papel se puede poner de todo. Por lo mismo, hoy haré una breve reflexión sobre la ausencia de una postura intercultural y las señas de un colonialismo interno.
Históricamente los pueblos originarios de México han sufrido la imposición de megaproyectos. El primero ocurrió con la llegada de los españoles, que bajo la tesis de conquista de traer la verdad y el desarrollo a pueblos ignorantes y atrasados de este nuevo mundo, impusieron un modelo de vida diferente: un sistema económico en el que los pueblos originarios ocuparon la base de la pirámide; la religión de los conquistadores en la que se fundamentaba su tesis de conquista y declaró a la filosofía de los pueblos originarios como herejía. Al final el verdadero propósito fue el saqueo de los recursos naturales.
La filosofía que trajeron fue una en la que el hombre es dueño de la naturaleza, pero los pueblos originarios no olvidaron su filosofía por la que todos somos parte del ecosistema. El libro Tsikbal escribe la diferencia de estas formas de habitar con un sencillo ejemplo: “Y después nos dijo bajito: no les entiendo. Ustedes se paran y me muestran la derecha que queda en un rumbo, pero si giran, la derecha queda en otro rumbo, y si vuelven a girar la derecha sigue girando. Ustedes son el centro de todos los caminos y ponen el nombre de los rumbos según se ponen ustedes y piensan que todo el mundo gira alrededor. Nosotros no pensamos así. Si giramos y giramos y giramos y giramos, el sur siempre es el sur y el norte es el norte. Nosotros estamos en el mundo, no somos el centro del mundo.”
El pueblo maya enfrentó en su historia otro gran megaproyecto: el de la industria del henequén. Un proyecto que trajo un crecimiento económico sin igual, pero que el costo lo pagó nuevamente el pueblo maya, con la esclavitud y la pérdida de muchos de sus saberes al perder la posesión de la tierra, al desconfigurar su territorio. Una revolución tuvo que llevarse a cabo para recuperar la tierra y configurar de nueva cuenta esta relación con el territorio. La resiliencia del pueblo maya permitió que este patrimonio inmaterial inmensurable se preserve.
Recientemente varios megaproyectos han sido destinados a la zona maya, con la misma tesis de conquista de traer beneficios, desarrollo económico y reordenación territorial.
Nuevamente el pueblo maya ha tenido que defender su territorio, pero ahora las tesis de conquistas vienen con portada nueva: con el apoyo del cambio climático, el deterioro ambiental y los indicadores de pobreza, con propuestas de reordenar el territorio. El interior de esta propuesta ya lo han dejado vislumbrar en los foros que se han llevado a cabo con el representante del Tren Maya: “Queremos traer un desarrollo como el de la ciudad de Cancún”.
Si bien, la tesis de conquista del Tren Maya, con respecto al patrimonio cultural, busca “visibilizar la identidad regional, así como reconocer y respetar los elementos culturales de las comunidades indígenas”, esto se contradice con las propuestas de “polos de desarrollo” que establecen una habitabilidad urbana con un enfoque predominantemente urbano. Si la intención del megaproyecto es una habitabilidad basada en el respeto a las formas de vida del pueblo maya, esta requiere urgentemente cambios en la política pública enfocada en vivienda rural; cambios que se han venido recomendando al presente gobierno con oficios dirigidos tanto al secretario de la SEDATU, como a la directora de la CONAVI. La respuesta es el programa de vivienda rural con un predominante uso de materiales industrializados y configuración del espacio para la vida urbana; así como la permanencia de indicadores de pobreza del CONEVAL que equiparan a los materiales tradicionales, las técnicas constructivas milenarias y la configuración espacial del patrimonio vernáculo con la vivienda precaria de las zonas urbanas. Este esquema de “desarrollo” ha dañado el patrimonio cultural inmaterial del pueblo maya, tal como se señala en el libro “Xa’anil naj. La gran casa de los mayas” y en el documental “Ichil xa’anil naj”.
Otro de los puntos planteados en esta tesis de conquista sobre el patrimonio cultural es el “promover que el turismo sea respetuoso de los pueblos y genere recursos para el bienestar de la comunidad”. Si uno viaja por los pueblos mayas de la Península de Yucatán podrá ver la riqueza de este patrimonio cultural en el que se tejen la traza prehispánica, el intento de un trazo reticular, la existencia de plazas en torno al templo y los usos y costumbres desarrollados en estos espacios abiertos. Pero también se puede apreciar como estos usos y costumbres que se arraigan en el territorio son desenraizados al proponer proyectos turísticos, proyectos que habilitan los espacios para el turismo y expulsan las actividades tradicionales que conforman el paisaje cultural maya e imposibilitan la manifestación del paisaje cultural efímero.
En la contraparte, el pueblo maya ha estado diseñando esquemas de turismo rural, el cual está basado en las necesidades conjuntas del pueblo y del turismo cultural, mismo que llega en número reducido, no en vagones repletos.
Las tesis son hasta ahora buenas intenciones que buscan convencer desde sus propios fundamentos, sin la referencia a las fuentes primarias que es el pueblo maya. Buscan “garantizar el acceso al patrimonio cultural”, patrimonio al cual muchos de los mayas aún no han podido acceder, si hablamos de las zonas arqueológicas de Yucatán.
Lo contradictorio de todo esto es que el nuevo gobierno, a través del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), ha promovido una investigación con énfasis en los aspectos sociales, con un humanismo representado en una postura intercultural, mismo que debe prevalecer en este tipo de proyectos. En el discurso se promete un proceso intercultural, pero en la práctica no está presente el diálogo de saberes, lo que clasifica este proyecto como una expresión más del colonialismo interno.
Aurelio Sánchez Suárez
Dr. Aurelio Sánchez Suárez, CIR Sociales, UADY