Develando secretos en las flores de la milpa maya

POR LÁZARO Kan Ek

Portada del libro de aniversario de la escuela de Maní

Portada del libro de aniversario de la escuela de Maní

Este pequeño volumen recoge los primeros 25 años de nuestros pasos de fe y cultura como pueblo maya Peninsular y Chiapaneco, en él damos testimonio de las flores y espinas que miramos en nuestro caminar teológico negado y satanizado durante más de 500 años por quienes no distinguen, según nuestro hermano muy querido Raúl Lugo, la diferencia entre recipiente y líquido, es decir entre evangelio y cultura.

Muchos hicieron la “evangelización” imponiendo su cultura en vez de compartir las vivencias del Reino de Dios, esto se tradujo en autos de fe y actos inquisitorios contra quienes practicamos nuestros mitos por medio de nuestros ritos agrícolas desde al día que empezamos a ubicar el espacio en que hacemos nuestra milpa.

En el volumen damos cuenta de cómo “las flores de la milpa guardan los secretos que las abuelas más abuelas han escudriñado con paciencia y fervor” las veredas de los Yuumo’ob. Descubrimos entre muchas sabidurías que Dios Padre es Madre, anima con su canto y leche que destila en cada mazorca a sus hijos tojolabales, tsotsiles, cakchikeles, chontales, lencas, choles, kichés, y mayas yucatecos. “En nuestros valles, cañadas y manantiales escuchamos su risa clara y esperanzadora. En nuestras milpas l@ vemos estremecerse y convertirse en alimento para nuestros pueblos”.

Pasaron muchos soles en los que decíamos de buen corazón ecuménico lo que pensábamos, porque así lo creemos y por ello se nos azotó, se nos persiguió, y se intentó romper nuestra jícara de fe; pero Mamá y Papá Dios reanimó nuestro corazón para sentarnos en nuestro propio banquillo a conversar largamente para hacer consensos, para pedir consejo, para rezar y por eso queremos hoy compartir nuestra palabra aunque las amenazas y la satanización de nuestra fe se sigue haciendo desde los tronos del poder del antireino constituidos en figuras oficiales de religiosidad y catequesis.

Nuestras hermanas y hermanos que son mazorca madura, nuestr@s hij@s que nacen del vientre de cada planta de elote, nuestras abuelas y abuelos que son la semilla de nuestras milpas, fecundan nuestro entorno; así el chuj de nuestro mayel que baña nuestro ramillete simboliza nuestra fe como pueblo maya en reflexión permanente, con la que nos animamos para fijar nuestros pasos ante tanta muerte como es 43 veces 43 por 43 que resistimos desde las flores del maíz de nuestra propia milpa.

Estamos seguros que Dios Madre-Padre sigue sembrando en la cultura de nuestros pueblos, Él-Ella se hace presente en la búsqueda del diálogo con las otras creencias porque su virtud es la palabra que busca su pareja y ser pareja, para ser palabra madre-padre mediante los acuerdos, los consensos, y los actos de creación de mayor luz sobre nuestra realidad.

Con nuestros hermanos y hermanas de “hoy hemos visto con inmenso dolor, el llanto en los ojos de nuestros abuelos, quienes han estado conservando en el corazón de nuestras montañas las raíces originales de nuestro árbol maya; ellos, cuando nos miran a nosotros, sus hijos, sus retoños; ya casi no nos reconocen: “ustedes han abandonado nuestra religión a cambio de una religión extraña que mientras hablaba de amor, mataba; que mientras hablaba respeto, profanaba”. Todavía nos llaman brujos, idólatras. Es necesario sentarnos a dialogar, será un largo proceso de reconciliación y sanación de heridas.

Por eso invitamos al 4° Encuentro. Cuando llegamos a Maní confirmamos que somos comunidad, somos cultura, somos viento, somos lluvia, somos altar, somos bebida sagrada, somos maíz, somos corazón de la tierra, somos corazón del cielo, somos milpa, somos cosecha, somos ofrenda, somos oxlajuntik’uj y bolontik’uj.

Aquellos que nos miraron, aquellos que nos escucharon, aquellos que sintieron el aroma de la flor del ts’its’ilche’ y comieron el píib y el kili’ich k’óol, en su palabra dijeron que “sobre el verdor de Yuum K’áax descansan trece jícaras de sakab, los Yuumo’ob toman su banquillo en torno a la banqueta, en tanto los trece vientos, conforman el corazón del cielo y de la tierra que palpita en el balche’ sagrado; en tanto que Yuum Cháak preparaba su calabazo para escribir su historia por los surcos de nuestras milpas que polinizan a los que vienen atrás.

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