“Para que renazcan las lenguas originarias hay que vencer el miedo de hablarlas”

Genner Llanes Ortiz

Doctor en Antropología. Actualmente es profesor en la Universidad de Leiden, Holanda. Es originario de Ticul, Yucatán.

Para que una lengua renazca, se recupere o se fortalezca debe desmantelarse el racismo que generalmente la acosa.

Para mí es muy claro que en varios lugares del mundo, especialmente en Mexico y aún más en Yucatán, lo que ocurre es no sólo que las lenguas originarias son abandonadas porque son numéricamente pequeñas, o porque no hay infraestructura para enseñarlas, o porque la existencia de muchas lenguas en un país dificulta la comunicación entre sus habitantes.

El problema en México y otros países del hemisferio es la racialización de las lenguas. El hecho de que se las asocie con ideas e imágenes racistas que se traducen en actitudes que van desde el desinterés hasta la invisibilización, al acoso, al desprecio y –en casos extremos– a la prohibición y la represión violenta.

Muchos activistas mayas y de otros pueblos recuerdan todavía con amargura cuando sus maestros (estos mismos, hablantes de lenguas originarias) recurrían a castigos físicos humillantes para evitar que hablaran en su idioma materno. 

A mí me tocó ver aún, a principios de este siglo XXI en Hopelchén, Campeche, en un establecimiento comercial, un letrero  que prohibía a la gente hablar maya.

Para fortuna nuestra, el tiempo de castigos físicos parece haber quedado en el pasado aunque continúa la asociación de las lenguas indigenas con los prejuicios racistas.

Nuestros idiomas son vistos como códigos primitivos o emisiones guturales, jerigonza cuyo aprendizaje reduce la inteligencia en lugar de incrementarla.

El inconsciente origen de esta interpretación está en la asociación de estos idiomas con aquellos a quienes se ha construido como “los primitivos”, “los que no tienen historia ni literatura”, “los pobres”, “los feítos”, “los prietos”, los “indios”, cuya presencia le da color a nuestro folclor pero cuya “intrínseca inferioridad” es un impedimento para “nuestro progreso”.

En México, hablar estos “dialectos” [de los pueblos originarios] fue siempre la marca principal de “indigeneidad”, excepto para los mexicanos de piel clara y los extranjeros a quienes el conocimiento de estos “lenguajes” sólo los hacía más cultos.

Entonces, el problema no es el idioma indígena, sino la ecuación ‘lengua’ + ‘color de piel’ = ‘valoración social’

El resultado es que los padres de familia alaban la lengua en abstracto, pero no la enseñan a sus hijas e hijos, especialmente si estos son de tez morena, por temor a que se les “confunda”, y todavía peor, que se les trate como a “indios”.

En Yucatán este estigma socio-histórico se manifiesta como subtal, la vergüenza de hablar maya en público, en espacios donde antes la lengua estaba siempre presente. Este sentimiento de subtal, forma de experimentar el estigma de ser hablante de una lengua indígena, inmoviliza, desanima y en última instancia justifica la falta de esfuerzo por aprender y hablar maya entre las nuevas generaciones.

Para mí, el principal reto para la revitalización está en superar la subtal que sienten los hablantes o que les han hecho sentir por hablar sus idiomas. Y para eso hay que revalorizarnos como pueblo, como personas con un cierto color de piel, una cierta condición económica y formas de vida bien suyas.

Las lenguas no existen en abstracto: las sostienen los pueblos. Si no trabajamos en desmantelar este racismo, difícilmente nuestras lenguas sobrevivirán. ¿Cómo superar esta estigmatización? Música, medios, artes. Pero, ¿es suficiente?

Algunas de estas representaciones reivindican la tradición e imágenes rurales. Esto no está mal, porque es lo que somos. Pueblos que han resistido y florecido con base en una ciencia y una dinámica interconectadas con el territorio y el tiempo propios. Pero tanta insistencia en la costumbre puede resultar problemática a largo plazo. En cambio, necesitamos imágenes de futuro, nuevas historias construidas sobre las narrativas ancestrales. Imaginar que nuestro lugar también está en las ciudades, reconstruirnos en nuevas ciudades indígenas.

Aún más, necesitamos conectar nuestras lenguas con oportunidades de avance económico. Y eso es algo que va más allá de los hablantes: requiere voluntad política y económica (inversión en medios bilingües, institucionalización de las lenguas, obligatoriedad de su uso, entre otras condiciones).

Es importante revisar los prejuicios acerca del multilingüismo. Mucha gente en varias partes del mundo sigue creyendo que usar más de dos idiomas, especialmente si estos son vistos como de poco valor económico, es perjudicial para las personas. Lo cierto es que es al revés: hablar muchos idiomas ayuda a ser más creativos, a conectar mejor con el mundo, a entender mejor nuestro entorno.

No es malo hablar español y algún otro idioma, por ejemplo el inglés. Maya también.– Leiden, Holanda 20 de febrero de 2019.

Mucha gente en varias partes del mundo sigue creyendo que usar más de dos idiomas, especialmente si estos son vistos como de poco valor económico, es perjudicial para las personas. Lo cierto es que es al revés: hablar muchos idiomas ayuda a ser más creativos, a conectar mejor con el mundo, a entender mejor nuestro entorno.

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